Las maravillas. Elena Medel

 


            Elena Medel es una joven poeta cordobesa que cuenta en su haber con numerosos libros de poesía y varios galardones, entre ellos, el Premio Andalucía Joven por “Mi primer bikini” y el Premio Loewe en su sección de Creación joven. Maravillas es su primera novela y con ella ganó el Premio Francisco Umbral al libro del Año, por lo que es considerado como uno de los mejores libros de 2020.

            La lectura de “Las maravillas” resulta desconcertante en los primeros capítulos, pues nos aparece como un relato caótico, de hechos disociados, cuyos personajes nos son desconocidos y de los que no poseemos absolutamente ninguna información. La repetición e incluso la coincidencia de nombres nos facilitan pistas, sin por ello aclararnos completamente el enigma. Los misterios se van desvelando progresivamente a medida que avanza la novela, pero no de forma lineal sino por retazos, como si observáramos a una persona que viaja en autobús o en metro, y contemplando el paisaje o a sus compañeros de viaje, percibiese recuerdos de su vida pasada, de su juventud, de su infancia. No será hasta las últimas páginas cuando descubramos el vínculo existente entre los personajes principales.

            La escritora sitúa a sus personajes en un barrio de Madrid, más exactamente en Carabanchel. Lo descubrimos a través de pinceladas en las que nombra lugares como Marqués de Vadillo, Urgel, Eugenia de Montijo, o la cárcel. Son trabajadores y trabajadoras emigrantes o descendientes de emigrantes que dejaron el pueblo en busca de una vida mejor en Madrid. Con el tiempo, unos dejaron el barrio, otros no quisieron dejarlo nunca y otros, regresaron a él por diferentes circunstancias.

            Alicia tiene unos treinta años y vive inmersa en el trauma insuperable del suicidio de su padre con el que sueña cada noche. Es inteligente, con capacidad de estudios y goza de la ayuda de su tío Chico. Nada en la vida ni en el mundo la interese ni la motiva ni la divierte, sólo la distrae. Tras un año de estudios audiovisuales, decide abandonarlos y dedicarse a trabajar llevando una vida mediocre con trabajos mediocres que apenas le permiten pagar el alquiler de su piso. Rompió las relaciones con su madre y su hermana y habla intentando disimular el acento de barrio. No intenta progresar

            Establece relaciones pasajeras de una noche con hombres que no conoce de nada; las que continuará a pesar de aceptar casarse con Nando porque se ha quedado en el paro y no puede pagar el alquiler de su piso.

            María trabaja sirviendo y limpiando en varias casas hasta que una subcontrata la lleva a madrugar para limpiar oficinas antes de que lleguen los empleados, o antes de que lleguen los estudiantes en la Facultad de económicas en la Complutense. Sabemos que es madre soltera y como no pudo ocuparse de su hija, la dejó en el pueblo con su madre, por lo que su relación se desarrolló a través de algunas llamadas telefónicas y del dinero que enviaba con regularidad. Para ella todo es cuestión de dinero; con él podría comprarse un piso si pudiera reunir la cantidad necesaria de la entrada, o podría irse de vacaciones, o cuidar a su hija y verla crecer.

            Es una mujer con inquietudes sociales y políticas, y celosa de su libertad. Insegura de sí misma durante los primeros años, inspira a Pedro las ideas y respuestas pertinentes en las reuniones del viernes por la noche. Por fin se decide a fundar una asociación con otras mujeres con la que buscan soluciones para las necesidades de otras mujeres o del barrio. Siendo gran lectora, años después todos se sorprenden al descubrir que tiene ideas y respuestas propias en las reuniones de los hombres a las que nadie la ha invitado, pero en las que se introduce por voluntad propia, al mismo tiempo que la oratoria de Pedro se debilita.

            Pedro termina pidiéndola en matrimonio, petición que ella rechaza porque la considera una solución de imposición de su poder. María no quiere depender de él cuando vuelva tarde a casa, cuando duerma fuera porque una reunión terminó demasiado tarde, o cuando decida participar en actos sociales. También es una cuestión de dinero, puesto que Pedro lo plantea como una solución para que ella pueda ahorrar pagando un solo alquiler, al mismo tiempo que la vida común le  permitiría brindarle protección.

                        El lenguaje de esta novela está muy escogido, casi lacónico o minimalista, sin perderse en detalles, como podría hacerse en poesía; como si bajo cada frase existiese un segundo significado, como si el significante nos condujese hacia un significado profundo. Medel no juega con las imágenes, usa las palabras en su dualidad, en lo que aportan al ser pronunciadas y en la intuición síquica del lector. No describe la época histórica, pero alude a ella sirviéndose de la muerte de Franco para que el propio lector evoque en sí mismo el desarrollo de los acontecimientos. No describe el barrio, pero el lector lo encuentra en el relato y lo siento como si lo describiera, no habla del pueblo, pero lo descubrimos dentro del texto.

            Las maravillas es una novela entrañable; nos acerca a una clase social que parece no tener esperanzas de mejora en su vida y aun así, la afronta con resignación, como parece hacerlo Alicia, o luchando, como hace María sin dejarse llevar por el desánimo, enfrentándose a la carencia de dinero. Es una novela concienzudamente compuesta en un exigente ejercicio de expresión de lo máximo mediante lo mínimo, pero no deja indiferente. Es actual, de una generación joven con connotaciones históricas y sociales divergentes de la generación anterior, la de los padres o los abuelos. Es la exposición de un barrio de Madrid de finales del siglo XX.



 



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