Volver a casa. Yaa Gyasi
Nos
encontramos ante la primera novela de esta escritora nacida en Ghana, pero
cuya vida se desarrolla en Estados Unidos desde su infancia, cuando sus padres
decidieron trasladarse a aquel país. Gracias a una beca de investigación,
residió varios meses en su país de origen donde visitó el castillo desde el que
se controlaba el mercado de esclavos, y fue este acontecimiento el que la
inspiró para escribir su novela. Ella misma confiesa estar influida por
diversos escritores, especialmente por Gabriel García Márquez y sus Cien
años de soledad, cuya historia se desarrolla durante siete generaciones,
igual que en volver a casa.
El argumento de esta novela no puede
por menos que recordarnos a otros escritores, o escritoras, que se han ocupado
de él igualmente, por ejemplo, Maryse Condé, una escritora francesa nacida en
Guadalupe, que vivió en varias ocasiones en Estados Unidos, Ghana y otros
países africanos, y que mediante su trilogía Segú habla del imperio de
Bámbara en el Mali del siglo XIX y de la existencia de la esclavitud, el
colonialismo, la conversión a una nueva religión y la diáspora. Otra escritora
con la que tiene puntos comunes, es la estadounidense, premio Nobel
en 1993, Toni Morrisson, principalmente con su novela Be loved, en la
que da voz a varios personajes para contar la misma historia, pero bajo puntos
de vista diferentes.
No es de extrañar que existan estas
similitudes puesto que al situar sus argumentos, parcialmente en África,
adoptan un relato que evoca la tradición africana de contar la historia, las
creencias y la vida a través de cuentos, como lo hacen los griots, los
depositarios de la tradición oral. Sin embargo, también vemos similitudes con
otros cuentos que podrían ser originarios de la tradición occidental, o estar
influidos por ella, como por ejemplo, la novela ilustrada y película animada
francesa Kirikú y la bruja, en la que un niño muestra una decisión
extraordinaria al decidir él mismo nacer, lavarse, presentarse al poblado y
encontrar soluciones a sus problemas, como es el de la bruja comedora de
hombres, malvada y peligrosísima en su única manera de esconder su debilidad,
originada por la crueldad que los hombres le infringieron en su juventud; su
maldad es la visualización de su venganza. O el mito de la madrastra que
maltrata a su o sus hijastras, como sucede con Baaba y Effia (p. 37). Aún
tenemos, de nuevo, a la madrastra celosa de la belleza de su hijastra, como en
Blancanieves y los siete enanitos.
Un
acto importante es la transmisión del origen, de la identidad y de la
pertenencia simbolizada por un colgante, una piedra negra que debería ser
transmitida de madres a hijas. Esta línea de transmisión se conserva en una
rama de la familia, que permanece en África y se desarrolla al calor de los
colonos ingleses y holandeses. Pero se pierde en la segunda rama, cuyo destino
es el de la esclavitud en Estados Unidos.
Muchos años deberán pasar hasta que
las dos ramas puedan reunirse alimentando el mito del regreso a África como
hacía Bob Marley. Cuando algunos de sus seguidores lo hicieron, descubrieron
que, en realidad, ellos ya no pertenecían a África, puesto que su cultura, su
mentalidad y sus tradiciones no correspondían. Así pues, esta reunión, se
dirigirá más bien hacia la creación de algo nuevo, que no sea ni realmente
África, ni realmente Estados Unidos, sino algo influido por los dos, con la
unión del origen simbolizado por la piedra negra.
Volver a casa no es una
excelente novela, pero es una buena primera novela, interesante, dinámica, de
lectura ágil, y sin problemas mayores debido al árbol genealógico que, al igual
que en Cien años de soledad, nos facilita la autora al inicio del texto.
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