El valle feliz. Anne Marie Schwarzenbach

Anne Marie Schwarzenbach pertenece
al tipo de mujeres de finales del siglo XIX y principios del XX que pasaron
gran parte de su vida viajando, ya fuera por pasión, necesidad, o por su
profesión. Así tenemos a Emilia Serrano de Wilson, granadina que, al quedarse
viuda, viajó durante treinta años por América; Carmen Burgos (Colombina),
almeriense y la primera cronista de guerra, viajó por todo el mundo y escribió
sobre lo que veía en cada país; Helen Caddick que viajó por Oriente; la pintora
Marianne North, también viajera por Oriente; Freya Stark que viajó por Oriente
Medio y cuyo apodo fue la “reina nómada”. La lista es aún muy larga y a ella
pertenece igualmente la escritora que nos ocupa hoy.
Anne Marie Schwarzenbach era
doctora en filosofía, arqueóloga, periodista, fotógrafa y novelista. Perteneciente
a una de las familias más ricas de Suiza; nunca aceptó las reglas y la vida de
la clase social a la que pertenecía; mantuvo una estrecha amistad con Klaus y
Erika Mann, hijos de Thomas Mann, quien
la llamaba “el ángel devastado”. Fue adicta a la morfina e ingresó varias veces
en instituciones psiquiátricas para desintoxicarse. Viajó por casi todo el
mundo escribiendo y fotografiando los lugares, las personas y los
acontecimientos de los que fue testigo.
Fue una periodista y
escritora prolífica y entre sus obras se encuentra “El valle feliz”. Esta obra
es prácticamente el diario de un corazón atormentado. Es un texto de una
belleza avasalladora surcado de recuerdos, viajes, alegrías, frustraciones y
búsquedas.
El valle feliz es el relato
de la travesía del desierto de la narradora. En él la descubrimos en Persia,
cerca del mar Caspio donde intenta recuperarse de la malaria que arrastra sin
poder deshacerse de ella. Realiza maravillosas descripciones:” El aire es sano
y fresco, pero el sol de día es letal y no hay sombras. A esta altura, ya no
hay árboles. Estamos en los límites del mundo. ¡Ay!, nuestras solitarias
tiendas de campaña”. (p. 20). En cuanto a Persépolis nos da impresión de no
necesitar visitarla puesto que su descripción es altamente visual.
Narra sus recuerdos de la
escuela, de las clases de geografía, y compara lo que existe en el valle en el
que se encuentra y lo que sucede en el mundo (Wall Street, las guerras, etc.) y
en un balance constante entre el presente y el pasado, nos muestra los lugares
históricos recorridos, como los persas, caldeos, sumerios, Zoroastro, armenios,
o cristianos (p. 34), así como las rutas de los pueblos antiguos: el camino
Real de los aqueménidas, las alturas del paso Peitak, Hamadán, etc. Siempre en
paralelo con sus movimientos anímicos estables y también cambiantes en su deseo
de aligeramiento mental y psíquico:” ¿no tenía un largo camino por recorrer?
¡Un camino sin meta…! (…) Ya no queda una casa donde me estén esperando; ya no
queda una lámpara encendida junto a la puerta para mostrarme el camino a casa”
(p. 44), lo que se supone que muestra un viaje hacia sí misma, una búsqueda
interior.
El valle feliz “es un valle por
el que no pasan las caravanas con sus camellos, donde reina la tranquilidad y
el silencio, pero aparece el gorgoteo repentino y veloz del agua del río (Lahr)
cuando pasa serpenteando entre las orillas, chocando con la gravilla (…) o
cuando se levanta el viento, este terrible viento de montaña, que trae hasta
aquí arriba el olor del polvo de la meseta quemada y que en la oscuridad tira
de las cuerdas de nuestras tiendas” (p. 18).
Anne Marie se rebela contra
la vida pasada, la vida convencional (p. 61). Renuncia a un trabajo estable en
Siria, renunciando así a la comodidad, a una vida desahogada. (p. 48,9,50).
Prefiere continuar buscando, viajando hasta que llega a tocar fondo a través
del que regresa al origen, a vivir con los pastores (p. 65), pero también al
desgarramiento:” Oh, ¡este miedo que me atormenta! Mi corazón está desgarrado.
No encuentro palabras de liberación, ya no domino esta lengua. ¡Misericordia!
(p. 68).
El valle feliz es un relato
que nos devuelve a las ensoñaciones que recrean obras universales como Las mil y una noches, o a la confusión y
la psique como en Crimen y Castigo. En
definitiva, Anne Marie Schwarzenbach nos relata su terrible descenso a los
infiernos de los que emergerá sin encontrarse nunca realmente en el mundo real.
Vive intensamente y muere de la manera más fortuita e inesperada tras una caída
de bicicleta y golpearse la cabeza.
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