El corazón del cíclope, José Antonio Abella
José Antonio Abella es un
escritor Burgalés residente en Segovia del que lo ignoraba todo hasta que, hace
un año, recibí de regalo uno de sus libros, Agnus diaboli. Quedé deliciosamente
sorprendida por la calidad de su relato; tras leer su biografía, no comprendí por
qué no se hablaba de él a nivel nacional puesto que el conjunto de su obra
literaria ha recibido numerosos premios.
Lo
mínimo que podría decir de él es que es un escritor sumamente erudito, cuya
redacción en ningún momento podría ser tachada de impertinente o pedante. Aun siendo
cuidadosamente realizada, me recuerda la sencillez de Delibes que, bien que,
hablando desde la humildad, nunca se permitía ni la vulgaridad, el descuido o
la petulancia.
Con el corazón del cíclope, entramos en un espacio
histórico que bien pudiera parecer lejano, pero que, por el contrario, continúa
siendo cercano por las estelas personales que aún se viven en muchas familias
españolas actuales. En esta ocasión, José Antonio Abella se inspira de una
historia real para hacernos viajar por el tiempo desde principios del siglo XX
hasta los años cuarenta del mismo siglo. Recurre constantemente a una de las
historias más conocida de la Odisea de Homero para confeccionar una biografía
ficticia, partiendo del hallazgo de la cueva en la que durante cuatro años
vivió uno de los maquis, de los emboscados de Cantabria. Así como el pastor Polifemo
vivía en una cueva con sus ovejas de las que obtenía leche y carne, nuestro
emboscado convivía con unas cabras que le proveían de leche de la que también elaboraba
queso, o cazaba y secaba la carne.
La existencia de dicho emboscado le permite crear un
mundo personal inmerso en la naturaleza, las minas, el duro trabajo de los
desheredados sin futuro, cuyo lenguaje habla de lo que le rodea y cuya mirada
resulta tan particular que parece irreal, sobrenatural, como la capacidad de
ver el futuro de una de las abuelas del protagonista, o la deformación con la
que nacen algunos niños del pueblo. El
lugar elegido para la historia se llama Valferrado, en plena cuenca minera,
nombre que recuerda extrañamente a Ponferrada, también en la zona minera de
León. Éste es otro de los aciertos del autor, pues mezcla nombres reales e
imaginarios sin que ello sorprenda; la familiaridad de los sonidos los
convierte en reales, como la mina La Huesa que, en realidad, se encontraba en
Andalucía. El paisaje y la naturaleza constituyen un gran e importante
personaje de la novela que nos integra en ella y nos transporta a una vida
agreste.
No
encontramos fechas exactas que pudieran situarnos en el tiempo, sino alusiones
a hechos como, por ejemplo, que hasta que llegó la República, Leo no supo que
el trabajo de los niños estaba prohibido; pero antes de este acontecimiento nos
habla de la tragedia de un niño de nueve años que murió el primer día en que
bajó a la mina (p. 135). Los mineros son incultos e ignorantes y, aun así,
entre ellos perviven reminiscencias de ciertos aprendizajes o de lecturas
ocasionales en una zona en que la asistencia a la escuela era absolutamente
aleatoria e irregular. Leo es el diminutivo de Leonardo, como el artista
italiano da Vinci, por lo que parece que el niño está definitivamente destinado
a ser inteligente e imaginativo.
Valferrado no se salva de la sobre producción que se produjo
en España durante la primera guerra mundial y que enriqueció a los industriales
y empobreció a los jornaleros y obreros en general pues, a pesar del aumento de
los salarios, también los precios subieron de la misma manera provocando la
migración de numerosos hacendosos en busca de trabajo lejos de sus casas;
llenaron los pueblos de mendigos y rateros por la falta de trabajo para todos.
La pobreza creciente llevó a toda España a una huelga general en 1917 al mismo
tiempo que se desarrollaba el cambio industrial, pero también la expansión de
las ideas socialistas.
En España se
mantenía la idea y el orgullo de la grandeza pasada mientras la pobreza poblaba
el país (p. 175) y mismo tiempo, el desarrollo de la guerra y la oposición entre aliadófilos y germanófilos que
Abella ilustra mediante actos tan violentos como las peleas de mastines;
ciertas ideas positivas como la comunicación entre los pueblos aparecía con la
creación del esperanto (p. 224), pero, al igual que la Torre de Babel desagradó
a Yahveh, el esperanto no sirvió para la unión y mantuvo la confusión en la comunicación
entre los países. La dictadura de Primo de Rivera construye carreteras e
infraestructuras, pero alienta la falta de ilusión en el porvenir y las mejoras
sociales, sólo el PSOE y la UGT perviven mientras que la CNT fue prohibida o
desarticulada. El espíritu de oposición y rebelión no reaparece hasta mil
novecientos treinta en que, debido al aumento de mendigos y mineros en paro
cuya subsistencia se cubría mediante las limosnas o los hurtos, avanzan hasta
mil novecientos treinta y uno y la proclamación de la República. La alegría y
la ilusión provocan desmanes, principalmente de los partidarios de la
revolución inmediata, lo que nos lleva a las elecciones del treinta y tres y
posteriormente a las huelgas y la revolución del treinta y cuatro con sus
consecuencias de represión y cárcel por la que también pasa Leo, el
protagonista de esta novela.
De este libro nos llega la idea de que no se puede pasar
por la vida intentando contentar a todo el mundo, ni tampoco con la
indiferencia de la autocomplacencia. Siempre llega un momento en el que es
preciso elegir y tomar partido, implicarse en los acontecimientos que se viven.
Así es como Leo tomará partido por la República y una vez terminada la guerra,
se convertirá en maqui junto a otros compañeros; la muerte de todos ellos le
obligará a vivir en una cueva hasta su muerte, cuatro años más tarde.
Impresiona la soledad de la vida en el monte, su
cotidianeidad con las cabras, el raciocinio en la organización de los días, la
preocupación por su aspecto físico, el odio por la guerra, el proyecto de
viajar a América, los mensajes de y a Dámaso, las cartas a y de su madre, los
preparativos para la Navidad. Pero sobre todo, descubre que la escritura le
ayuda, le salva de morir ahogado en su silencio (p. 340)
El corazón del cíclope no es una novela lineal siguiendo
las épocas históricas: explotación minera, guerra de Marruecos, Dictadura de
Primo de Rivera, República, guerra civil, guerrilla, segunda guerra mundial y
guerrilla. La historia se construye a partir de los cuadernos escritos por el
emboscado en su cueva, por lo que se expresa a medida que le van llegando las
ideas, los recuerdos, los afectos, las imágenes. Es decir que nos encontramos
ante saltos constantes desde la infancia a la juventud y viceversa, o entre la
juventud y la madurez; es por esto por lo que las alusiones históricas son tan
importantes para no perdernos dentro del relato.
Abella nos brinda la historia de alguien que, salvando
las distancias y las circunstancias, bien podría ser cualquiera de nuestros
familiares que, lejos del silencio impuesto durante muchos años, prefiere
hablar para no perder la razón, para mantenerse vivo, para recrear su identidad
y para legarla, además de a su familia, a las personas con curiosidad para
conocer los tiempos pasados, la intrahistoria familiar dentro de la Historia de
España, o la Historia internacional, puesto que también pertenecemos a ella.
El corazón del cíclope es una novela entrañable
que se impone mediante la fascinación de la lectura desde el inicio hasta el
colofón final. Es una biografía ficticia que bien pudiera ser real, total o parcialmente
en el seno de numerosas familias, de todas aquellas personas que vivieron con
su tiempo.
Madrid 13-09-2023
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