La más recóndita memoria de los hombres. Mohamed MBOUGAR SARR
Mohamed Mbougar Sarr es un
joven escritor senegalés que ha estudiado en la Ëcole des Hautes Études de Ciencias
Sociales en París. Ha escrito tres novelas con las que ha obtenido igualmente tres
premios literarios; finalmente, en 2021 ganó el premio Goncourt con su cuarta
novela titulada La más recóndita memoria de los hombres.
Para esta cuarta novela se inspiró en Yambo Ouologuem y en
su novela Le devoir de violence, que ganó el prestigioso premio Renaudot
en mil novecientos sesenta y ocho. Ouologuem fue enardecido en un primer
momento, e inesperadamente, criticado y vilipendiado por plagio de otras
novelas, como Campo de batalla de Graham Green, o el último de los
justos de André Schwarz-Bart. Éste último había obtenido el premio Goncour en
mil novecientos cincuenta y nueve y posteriormente, fue a su vez, acusado de
plagio. Ouoloquem siempre mantuvo haber utilizado el entrecomillado, pero, aun
así, la polémica continuó creciendo. Le devoir de violence también fue polémico
en Mali, ya que trataba el comercio de esclavos en África y por primera vez, un
africano implicaba directamente en este comercio al continente y no únicamente
a los europeos, por lo que se le consideró un traidor. Esta novela se basa en la
leyenda de los inicios del imperio Nakem cuya saga se prolonga hasta el siglo
XX.
En mil novecientos sesenta y nueve publica Les mille et
une bibles du sexe bajo el seudónimo de Uto Rudolf dentro del más clásico
estilo erótico francés en el que caracteriza las orgías practicadas por las
clases acomodadas francesas en los años sesenta. Ouologuem persiguió en
justicia a El Figaro Littéraire por difamación y a la editorial Le Seuil por
disimulo de cuentas; a continuación, se negó a terminar su segunda novela Les
Pèlerins de Capharnaüm y a finales de los años 70, se retira al país
Dogon; a partir de los años setenta se aísla en Mali, rechaza todo contacto con
Occidente y se sumerge en la más rigurosa religión musulmana.
Ya tenemos los elementos inspiradores de la novela de
Mohamed Mbougar Sarr, es decir, el escritor desaparecido cuyo único libro
publicado es excepcional pero acusado de plagio, la búsqueda y lectura del
libro, y la búsqueda del escritor; todo ello sazonado por la constante presencia
del sexo a lo largo del texto.
En la novela de Mohamed Mbougar Sarr, Diègane Latyr faye es
un joven escritor senegalés llegado a Paris con la intención de realizar
estudios superiores y convertirse en escritor. Allí se lanza a la búsqueda de
un escritor senegalés de la época de entre dos guerras cuyo único libro,
titulado El laberinto de lo inhumano fue publicado en mil novecientos
treinta y ocho. Desde entonces, tanto el autor como el libro estaban
desparecidos y ni siquiera los libreros parisinos podían dar cuenta de ellos, a
pesar de que T.C. Elimane había sido apodado el Rimbaud negro. Gracias al Compendio
de literaturas negras consultado en el instituto, Faye conocía la
primera frase que explicaba el título: Al principio había una profecía y
había un Rey; la profecía dijo al rey que la tierra le daría el poder absoluto
pero, a cambio, reclamaría las cenizas
de los ancianos, y el Rey aceptó; comenzó de inmediato a quemar a los mayores
del reino antes de dispersar sus restos alrededor del palacio donde pronto
creció un bosque, un bosque macabro al que llamaron el laberinto de lo inhumano.
(1)
Faye consigue publicar un primer libro con el que se le abren
las puertas de la diáspora africana de París donde entablará amistad con un
joven escritor congoleño llamado Musimbwua. En París también conoció a Marème
Siga D., una escritora senegalesa instalada en Ámsterdam, que le sorprenderá
mostrándole y prestándole el libro tan deseado y buscado. El joven tiene la
impresión de que Siga D. se ha convertido en la araña madre que le atrapa en su
tela hablándole del libro, de su poder y de la fascinación que provoca, como si
él hubiera sido elegido por el libro mismo. A continuación, le incitará a la
lectura y a viajar a Ámsterdam para visitarla y comentarlo. Faye leyó toda la
noche y volvió a leerlo de inmediato presa a una indescriptible fascinación. La
misma fascinación se producirá en su amigo Musimbwa días más tarde.
Siguen unas cien páginas en las que Diègane Faye nos aclara su
situación con Siga D. y establece un diario en el que narra la búsqueda de toda
información sobre Elimane y su libro, sus pesquisas en los registros literarios
en los que termina por descubrir diversas críticas; alguna de ellas, algo
positiva, como la del escritor polaco Witold Grombrowicz hablando con Sábato en
Argentina. Otras lacerantes como la del profesor de etnología africana en el
Colegio de Francia: “(…) Ya ven ustedes las perturbadoras similitudes del mito
(del pueblo basera) con el libro del Sr. Elimane. Está claro que ha retomado el
relato sin cambiar prácticamente nada. Eso se llama plagio. Es posible que lo
haya hecho con una noble intención (hacer conocer la cultura basera), pero
entonces, ¿por qué no menciona a ese pueblo, que quizá sea el suyo? ¿Por qué
escribe esta historia como si solo se la debiera a su imaginación o a su
talento? (1) (p. 125). Sin embargo, Faye se siente intrigado por la crítica de
la revista Deux Mondes elogiándolo sin reservas.
Por otra parte, nos
acercamos a lo que los franceses, como pueblo colonizador, esperan de los
escritores africanos dentro de la temática africanista, exótica y agradable para
los antiguos colonizadores:” (…) Pero vosotros escritores e intelectuales
africanos, desconfiad de ciertos reconocimientos. Por supuesto que, con tal de
tener buena conciencia, en algún momento la Francia burguesa consagrará a uno
de vosotros, y a veces se verá triunfar a un africano y erigirlo como modelo.
Pero en el fondo, créeme, siempre seréis y continuareis siendo extranjeros, sea
cual sea el valor de vuestra obra” (1) (p.85).
Musimbwa regresa al Congo, a la RDC, al país que va
perdiendo, que desaparece por el simple hecho de haber permanecido lejos de él,
el país personal, el de la infancia, el que poco a poco se va convirtiendo en
el país del pasado. No sabe si está preparado para ello, pero, aun así, quiere
intentarlo, improvisar y aceptarlo tal como es en la actualidad, en la
realidad. Por el contrario, Siga D. después de muchos años fuera de su país, ha
encontrado su lugar: (…) Yo he construido mi vida; dejé Francia para venir a
vivir aquí, decidí no volver ya al Senegal porque es un país perdido (comprende
esta expresión en el sentido que tú quieras), he escrito mis libros y he
aceptado lo que me aportan: admiración, odio, desconfianza, pleitos. Lo que yo
pienso de esta historia solo importa para la escritura. Yo la he vivido. Todo
lo que te he dicho esta noche espera ser escrito” (1) (p. 400)
Por la vida de Faye pasan 2 mujeres, la primera escritora y
la segunda, una periodista con la que compartirá su vida durante año y medio. Las
dos le harán críticas profundamente hirientes referentes a su posición de
observador sin implicarse en lo que ve o lo que escribe, siempre dubitativo y
sin parecer seguro de sus ideas ni opiniones. En realidad, le reprochan que aún
no sepa qué tipo de escritor desea ser.
Ahora conocemos la situación, el círculo y el lugar en el
que se desenvuelve Faye; comienza la novela en sí, la búsqueda del escritor, el
apoyo absoluto, y el ensañamiento de sus críticos, que por otra parte, se
suicidarán en circunstancias no demasiado comprensibles.
T.C. Elimane es una persona enigmática, poco habladora y
misteriosa; aparece y desaparece sin que nadie sepa dónde se encuentra ni
cuándo aparecerá. Paulatinamente emerge la idea de que los críticos no han
comprendido la importancia del libro de Elimane ni la grandeza del escritor,
excepto su gran amigo incondicional Charles Ellenstein, judío francés, que
morirá en un campo de concentración nazi y que, anteriormente, le ha ayudado a
buscar a un hombre en el norte de Francia; este hombre resulta ser su padre
muerto en la primera guerra mundial, junto a otros muchos africanos,
seguramente enterrado en una enorme, desconocida y anónima fosa común.
Elimane consigue viajar a Argentina puesto que habla español,
y allí frecuenta varios salones literarios en los que entablará amistad con
grandes escritores como Sábato, Bioy Casares y otro escritor del que se
comienza a hablar llamado Julio Cortázar. También en Sudamérica continúa con su
hermetismo, sus desapariciones y reapariciones, hasta que revela que sus viajes
tienen como objetivo la búsqueda de una persona que bien pudiera ser una mujer,
pero no lo confirma. Este episodio argentino viene de la mano de una poetisa
haitiana con la que mantenía una relación y nos dice que: “Durante la última
noche que pasamos juntos, me leyó las primeras páginas de un libro que yo no
conocía. No sé si era su libro, el libro en el que estaba trabajando desde hacía
años. Pero era un principio de libro de los más bellos que haya oído nunca.
Quizá sea para conocer la continuación por lo que comencé a buscarlo. Todo el
mundo quiere encontrarlo.” (1) (p. 416)
A través de esta novela asistimos de una forma particular a
los efectos de la colonización, la duda entre mantenerse en la cultura original
del pueblo colonizado, o adoptar la cultura del pueblo colonizador. Como suele
suceder en las colonizaciones, los africanos fueron culturizados y perdieron su
identidad original; desde entonces viven entre dos culturas sin ser franceses
ni africanos. Elimane parece ser el punto de unión entre los franceses, o,
mejor dicho, los críticos que no comprenden a los africanos y se suicidan
convirtiéndose involuntariamente en el símbolo supremo de dicha falta de
comprensión:” Poco antes de su suicidio, Lamiel publicó en L’Humanité su
último artículo consagrado al Laberinto de lo inhumano. Consternado,
lamenta que no se haya comprendido que Elimane, más que plagiar las
referencias, jugaba con ellas; las nuevas redacciones eran demasiado evidentes
como para no ser voluntarias (por otra parte, intencionadamente encontramos una
frase ambigua: Habría que estar ciego para no verlas)” (1) (p. 362);
los críticos mueren como posible punto falta de unión entre las dos culturas. Elimane
une todo esto con sus propias desapariciones en la búsqueda de su verdadera
identidad, una identidad personal que se hará a través de la literatura o no se
hará. Elimane confiesa a la poetisa haitiana que proseguirá su viaje, pero que
su destino final bien podría ser su mismo punto de partida: “Creo haber
encontrado a la persona que busco desde hace veinte años. Voy a reunirme con
ella. Después de este viaje, todo se habrá cumplido, cumplido realmente, y por
fin podré regresar. Entonces será el último viaje, el gran regreso. He venido a
hablarte un poco, a leerte algunas páginas, a hacerte el amor si te apetece
tanto como a mí y a decirte…/ …adiós, murmuré. Lo sé” (1) (p. 476)
Elimane regresa a su país y se sumerge en su cultura
original, toma el relevo de su tío y se dedica a ayudar a los necesitados con
los remedios tradicionales. Sabe que no será él el único inmerso en la búsqueda
que inició muchos años antes y por esta razón previene a sus parientes para que
traten bien al que vendrá. Después fallecerá sin hacer ruido. Y efectivamente,
Faye llega al pueblo donde aún vive una anciana parienta que le habla de
Elimane y de su encargo. Estando ya solo, reflexiona sobre todo lo que ha
vivido y lo que le ha sucedido y sobre el libro y el escritor, con lo que llega
a una conclusión: “En el destino de Madag, este viejo mundo, es el mundo de su
infancia y de todos los que le habitan: Ousseynou, Koumakh, Assane Koumakh, su
madre. Para ser más poderoso, el Rey sanguinario debe matar al pasado. En
nombre de su libro, Madag olvidó el suyo” (1) (p. 557).
La más recóndita memoria de los hombres es una novela
imponente, conmovedora, que toma al lector de la mano y no le libera hasta el desenlace
final. Mbougar Sarre juega constantemente con la realidad y la fantasía. Nos
encontramos con personas reales como Wildold Grambrovicz, Sábato, Bioy Casares,
Júlio Cortázar, ciudades y países reales, pero también con escritores ficticios
y situaciones ficticias. Por momentos no sabemos si estamos leyendo una novela
de ficción o el relato de la vida de un escritor real. La construcción es
impresiónate y literalmente sorprendente pues constantemente nos encontramos
ante giros que no nos esperábamos. Es una narración de aventuras y viajes,
erótica, crítica e iniciática. Como el mismo Mohamed Mbougar Sarr dice, es una
biografía imaginaria, pero una maravillosa biografía imaginaria.
(1) Todas las notas marcadas con el uno son traducciones personales.
Madrid 19 de julio de 2023
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