VIVIR CON EL CORAZÓN de Javier Santiso


 

¿Quién no ha oído hablar de Vincent Van Gogh, quién no conoce sus girasoles, su minúscula habitación, o su rostro con cara de alucinación? Si nos ponemos a pensar, parece imposible que alguien pueda escribir algo nuevo sobre este genial pintor, que se ofrezcan informaciones desconocidas hasta ahora. Seguro que no hay nadie que desconozca su barba pelirroja, la pobreza, las necesidades en las que vivió hasta su muerte, y sus problemas de salud física y mental.

Javier Santiso, economista, empresario, traductor y escritor, lo ha conseguido con su libro vivir con el corazón. Es un libro de ocho capítulos, un librito de a penas ciento diez páginas, pero de una condensación sobrecogedora. Nos encontramos ante una expresión de pura poesía, es un poema en prosa repartido en capítulos, cuyo ritmo está marcado por la ausencia de puntos; nos encontramos ante abundantes comas que dirigen la inflexión de un ritmo que parece entrecortado, como si leyéramos a borbotones, concentrándonos más que en la lectura, en la fascinación de las emociones, los sentimientos, la alucinación o la perspectiva de la vida del pintor.

Descubrimos la sombra de su hermano muerto al nacer un año antes que él, del que parecía no poder diferenciarse debido al nombre que compartían. La búsqueda de sí mismo a lo largo de los estudios y los diversos oficios ejercidos hasta descubrirse y saber que su destino era el de la pintura. A partir de ese momento, se inicia, aprende, frecuenta el taller de su primo pintor de moda, Anton Mauve, al que sorprende por su rápido progreso, su forma de pintar, sus trazos ya espesos, la búsqueda de los colores del cielo, o el movimiento del viento. Más tarde, ya en Arlés, serán lo colores vivos, los rojos, azules, amarillos, o los blancos.

Cada palabra, cada frase del libro nos transmite la sensualidad, la sexualidad, la comunión de los cuerpos lejos de la posesión (44,5). En Arlés, se dedica a la decoración de la habitación destinada a su amigo Gauguin para cuando vaya a visitarle, pero que tardará mucho en hacerlo. En Arlés, pronto se labra la reputación de loco y pocas serán las personas que acepten relacionarse con él; no le quedará más remedio que frecuentar a las prostitutas del burdel cercano a la casa amarilla en la que se aloja. Sin embargo, y con reticencias al principio, se vinculará a él el cartero casi analfabeto que trae y lleva las cartas escritas a su hermano Theo. Es un cartero gigantesco cuya barba y cabellos se asemejan a los campesinos rusos, y así es como lo pintará. Con la proximidad creada entre los dos, no podemos por menos que recordar al cartero de Neruda con el que el poeta entabló igualmente una estrecha relación.

Van Gogh pinta como piensa: “dando latigazos al viento” (p. 58), obsesionándose con pintar la vida, los colorees de la vida explosiva, la fuerza del mistral, los cipreses curvándose, las estrellas. Se obstina con ver con los ojos del corazón (p. 57). Su vida obsesiva le irá alejando de los lugareños y se encontrará solo, pero pintando cada vez con más rapidez innumerables cuadros exuberantes de colores.

Sus relaciones con las mujeres son tormentosas y su carácter brusco e incluso brutal le aleja también de las prostitutas. Por fin, conseguirá una relación más estable con una joven prostituta de veinte años, que tendrá su punto final con la traición de Gauguin acostándose con ella, lo que provoca igualmente la separación de los dos amigos y la amputación de la oreja de Van Gongh. Después de esta traición, recibirá la noticia del compromiso de su hermano Theo, por lo que se sentirá igualmente abandonado, pues supone que su unión con su esposa y su nueva familia, le alejará de él. Hasta entonces los dos hermanos se han adorado y Theo siempre le ha ayudado económicamente. Más tarde comprobará que se equivocaba al sentirse abandonado. Sus trastornos mentales le conducen a reiteradas estancias en sanatorios psiquiátricos en los que también continuará pintando.

Así fue la vida de este pintor y así nos la muestra Javier Santiso, porque en realidad, no ha escrito simplemente un libro, sino una oda al amor por la vida, al mundo de los colores, a la gente, a los que temían y a los que rechazaban al pintor, principalmente a los pobres a los que él mismo pertenecía. Es la expresión del sufrimiento por la traición, la gran traición de su mejor amigo, pero también el gran amor por su hermano Theo sin el que no habría podido vivir. Es igualmente un homenaje a la vida, que comienza con el trauma del nacimiento al salir del cuerpo retorcido y dolorido de una mujer, y perdura a través de la comprensión y la obstinación de otra mujer que unirá a los dos hermanos más allá de la muerte en tumbas contiguas en el cementerio de Aurès les bains, dará a conocer la pintura de Van Gogh al mundo, y también,  publicando sus cartas mutuas, publicará el inmenso amor que sentían los dos hermanos, y que sin duda alguna, subsiste más allá de la muerte.


Madrid-19-abril-2023

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