Pequeño acercamiento al racismo contra la raza negra a través de la literatura

 

   


   La lectura de la novela del inglés Tom Sharpe Reunión tumultuosa, me incitó a acercarme a la mente de un blanco para intentar descubrir sus sentimientos y reacciones frente a diferentes expresiones de racismo, en este caso hacia los negros, aunque sin duda podría manifestarse de la misma manera en relación a otras razas o comunidades.

         Mi interés lo despertaron las reacciones descubiertas a mi alrededor después de la lectura de la novela. Lo más sorprendente resultó ser la igual cantidad de amantes del libro como de detractores. Unos admiraban el humor y el sarcasmo del escritor en su crítica del Apartheid sudafricano, y otros temían que los negros se sintiesen ofendidos por las expresiones utilizadas para la crítica. Recordemos que Tom Sharpe se instaló en Sudáfrica en mil novecientos ochenta y nueve donde enseñó en un internado para niños blancos, pero en su tiempo libre realizaba trabajos sociales en una de las provincias sudafricanas, en plena Zululandia; también tomaba fotos en los barrios periféricos cuyos negativos, en su mayor parte, fueron destruidos por el régimen. Escribió teatro contra el Apartheid y terminó encarcelado; después, regresó a Inglaterra donde enseñó en Cambridge. Su primera novela fue Reunión tumultuosa, publicada en mil novecientos setenta y ocho; posteriormente recibió el Gran Premio del Humor Negro en mil novecientos ochenta y seis. Finalmente, se instaló en la Costa Brava donde murió en dos mil quince.

         No podemos continuar sin recordar que Reunión tumultuosa es la historia de la señorita Hazenstone y de su hermano obispo, residentes en la finca Jacaranda Park.  La señorita Hazenstone llama a la policía porque acaba de matar a su cocinero negro con el que mantenía una relación sexual desde hacía ocho años. A partir de ese momento, los acontecimientos se aceleran de tal forma que, siendo extremadamente exagerados y satíricos, es imposible tomarlos en serio, como es el caso de los oficiales de policía, a cuál más pintoresco y brutal. Los excesos deberían ayudar a vislumbrar cómo era la vida y el Apartheid, una vida rigurosa, tiránica y violenta.

         Terminada la lectura, me pregunté si la literatura en la que se habla del Apartheid de forma dramática conmueve más los espíritus y las mentes blancas. Por ello, me aventuré en la lectura de De madre a madre, de la escritora sudafricana Sindiwe Sagona, quien vivía precisamente en el suburbio escenario de los hechos. Fue madre soltera abandonada por su marido, y sirvienta en casa de los blancos; seguía los cursos nocturnos y consiguió una beca para estudiar magisterio; a partir de ahí, su carrera fue in crescendo. Esta novela está basada en un hecho real sucedido el veinticinco de agosto de mil novecientos noventa y tres, en el que unos jóvenes negros asesinaron a una estudiante blanca americana en un suburbio negro a veinte kilómetros de Ciudad del Cabo. El acontecimiento está ambientado en los años noventa en los que la transición política resultó extremadamente violenta y ya se trabajaba en la redacción de una nueva Constitución; Mandela había sido liberado y negociaba con Leklerk las condiciones de las elecciones celebradas en mil novecientos noventa y cuatro, que le llevaron a ser el primer presidente negro de Sudáfrica.


En aquellos años en los que el Apartheid continuaba vigente, los estudiantes habían abandonado los estudios y seguían el rastro del movimiento del despertar de la conciencia negra creado en los años setenta por Esteven Biko; éste había sido detenido el diecisiete de agosto de mil novecientos setenta y siete y murió después de tres días de interrogatorios, torturas y palizas. Los estudiantes se manifestaban al ritmo de la danza de guerra toyi-toyi y al grito de “un blanco, una bala”.

Éste es el marco en el que Sindiwe Magona establece la autoría del asesinato en un único culpable, y toma la identidad de la madre del asesino para escribir una carta ficticia a la madre de Amy en un intento de unir sus sufrimientos y hallar algo de solidaridad entre ellas. Por medio de la carta, tomamos conocimiento de la terrible situación en la que viven los negros en el township Gugulethu,  los desplazamientos forzosos sin consideración por la separación de las familias, las relaciones sociales, las costumbres y tradiciones, la instalación en barrios cuyas casas carecen de las condiciones necesarias para una vida digna, la imposibilidad de tener móviles o televisores en casa, los niños y jóvenes sin trabajo ni perspectivas de futuro vagando por el suburbio presas fáciles de la violencia dentro de la comunidad, las drogas, las violaciones individuales y grupales, o los apedreamientos de coches; las duras condiciones de las madres solteras o abandonadas por los maridos; los trabajos de toda la jornada infravalorados e infrarremunerados; el abandono de los niños durante todo el día sin que los padres sepan si van a la escuela o no, o abandonados durante el fin de semana porque las madres deben prolongar su trabajo debido a una urgencia de sus patronos blancos, sin la posibilidad de avisarlos o dejarles comida, o los frecuentes asaltos de la policía. Éstas son las condiciones en las que la joven Amy aparece en Gugulethu con el resultado de que su coche es apedreado y ella, apuñalada. La madre negra hace de su hijo un ejemplo, una nueva víctima del Aparheid sin el cual su hijo no habría tenido ningún problema. Magona construye una historia que nos adentra en la cultura Xsosi, la Historia del país y las terribles condiciones de la vida impuestas por el régimen del Aparheid.

En tercer lugar, me encontré frente a Tim Morrison, escritora estadounidense premio Nobel de literatura en mil novecientos noventa y tres. Influenciada por el realismo social de Jane Austen, León Tolstoi, los elementos mágicos de los cuentos africanos contados por sus padres, y la literatura de William Faulkner, construyó un mundo literario en el que la descripción y evolución de la sociedad, los elementos mágicos, las historias retrospectivas, y la búsqueda de la conciencia colectiva negra y afroamericana ejercen una atracción enérgica en el lector. En su estilo literario encontramos violencia, sensibilidad, observación y psicología; en sus novelas es frecuente la presencia de varias personas que alteran la cronología y repiten las mismas escenas desde puntos de vista diferentes.


Hablaré de su novela Beloved comparándola con el origen y las condiciones del mercado de esclavos en Europa, principalmente en la península Ibérica. No olvidemos que entre el siglo XVI y el XIX, se transportaron doce millones de africanos al Nuevo Mundo y el cincuenta y cinco por ciento de ellos, fueron transportados en navíos procedentes de las potencias ibéricas, España y Portugal.

 La defensa que Fray Bartolomé de las Casas hizo de los indígenas americanos, así como de sus derechos humanos y sociales, provocó la búsqueda de nueva mano de obra barata en África. Este comercio y el uso de negros como simples mercancías, será aún más brutal que el Apartheid sudafricano.

El trabajo civilizatorio se llevaba a cabo a través del bautismo y la imposición de un nuevo nombre diferente del originario de cada esclavo. En la novela, tampoco los negros tienen un nombre propio, tal como le sucedió a Baby Suggs. Mr y Mrs Garner la llamaban Jenny porque el nombre que figuraba en su etiqueta de venta era el de Jenny Hitlow, el de sus antiguos dueños, pero ella prefería el de Baby porque así era como la llamaba su marido.

El viaje en barco desde África era inhumano, pues acomodaban el máximo número posible de esclavos encadenados en la bodega sin medios higiénicos, expuestos a numerosas enfermedades y acompañados de los que morían cada día antes de que fueran tirados por la borda. Debemos imaginar que el hedor de aquel lugar, y las condiciones del viaje obligaban a que una vez llegados a América, se les dejase un tiempo prudencial en algún lugar para que se recuperasen del viaje antes de venderlos.

Es lo que le sucedió a la madre de Seth. Seth apenas la conocía, porque una niña de ocho años cuidaba de los pequeños y fue ella quien se la señaló: sólo estuvo con ella un par de veces y la última vez que la vio, estaba ahorcada. Seth había olvidado el lenguaje originario de su madre, pero sabía que había llegado por el mar sufriendo numerosísimos abusos de la tripulación; arrojaron a todos sus bebés, menos a Seth, a la que dio el nombre de su padre cuando llegaron. Intentó huir varias veces y por ello, cada vez le ponían el hierro en la boca, el resultado fue que cuando no lo tenía, parecía que siempre estaba riendo.

Al principio de esta novela, el presente aparece como algo incomprensible porque nos falta la información necesaria para entender. Los personajes parecen no querer indagar en el pasado, que se va desgranando al filo de los personajes y sus visiones personales. Asistimos a un relato cuyas imágenes potentes, cautivan al lector. Éste, por su parte, se ve introducido en ese mundo espiritual y paralelo que le acompaña desde el primer capítulo. Durante la esclavitud, los personajes tanto hombres como mujeres, son susceptibles de ser ahorcados, ganados, prestados, comprados, devueltos, conservados, hipotecados, robados o arrestados.

Beloved es una novela con dos espacios vitales paralelos,  que recuerdan a Pedro Páramo de Juan Rulfo: uno rige el presente, y el segundo maneja el pasado. El primero se sitúa en el número 124 de Bluestone Road en Cincinnati, Ohio. El segundo se encuentra en kentuky y se trata de una granja llamada Sweet Home. Existe un tercer lugar desconocido del que proceden Baby Suggs y Seth. Nos encontramos ante diversos personajes llegados de la misma granja; todos vivieron experiencias similares, pero las narran según sus propias visiones, tal como las recuerdan.

En España, fue Felipe II, quien estableció los precios y tributos de los esclavos, los cosificó y se los asimiló a animales domésticos. Se legalizó la esclavitud y desde su llegada a América, eran medidos para el establecimiento del precio, y marcados al rojo vivo con la marca real para los destinados a las fábricas reales. Carlos III fue el mayor propietario de esclavos con unos veinte mil en el servicio doméstico de la Corte, en las minas de España y Cuba, en la construcción de las fortificaciones de la Habana, Colombia, Perú, Ecuador y Chile

Por supuesto, como en todo el territorio nacional,  en Madrid se compraban esclavos para mostrar el estatus social, incluida la Iglesia. Los esclavos eran marcados por los propietarios varias veces si cambiaban de dueño: en la espalda, el pecho, los brazos o las mejillas. Si intentaban huir, la primera vez se les marcaba en la oreja; por el segundo intento, se les marcaba una pierna o eran desjarretados. En las ciudades disfrutaban de mejor trato, pero, aun así, sus jornadas de trabajo iban de sol a sol. Si infringían las normas, eran duramente corregidos, hasta 200 azotes los hombres y 100 las mujeres, o se les exhibía en cepos. Finalmente, si resultaban incorregibles, eran entregados a la justicia, por lo que iban a la cárcel, a trabajos forzados o a galeras, donde morían pocos años después.

Paul D Garner es el último hombre de Sweet Home, pues sus dos medios hermanos: Paul A, Garner y Paul F Garner fueron vendidos, y el tercero, Sixo, formó parte de una huida colectiva y atrapado junto a Paul D; lo ataron a un árbol y encendieron un fuego a sus pies en el que murió abrsado, pero sin dejar de cantar, como única forma de reivindicación de su rebeldía y de su identidad de hombre. Paul D también formaba parte de la huida y cuando fue atrapado, le pusieron grilletes en los pies y una collera con tres puntas para que no pudiera tumbarse, le encadenaron los pies entre sí, le colocaron un freno en la boca como a los caballos, y le ataron las manos a la espalda. Después le ataron a un potro y le llevaron a Georgia donde encerraban a los esclavos en una caja de madera debajo de la tierra encadenados entre sí para que no pudieran escaparse.

En América también se les utilizaba en las plantaciones azucareras, y debido a sus condiciones de vida hubo muchos intentos de huida y de rebelión, como sucedió en Haití. Los esclavos podían ser vendidos, regalados o cedidos. Las mujeres eran fruto de abusos de sus amos o se las utilizaba para la reproducción de nuevos esclavos; sus hijos eran vendidos incluso antes de haber nacido.

Baby Suggs tuvo 8 hijos de padres diferentes en la granja anterior a Sweet Home, vendieron a sus hijas siendo aún pequeñas y no pudo despedirse de ellas; después debió fornicar con el patrón durante cuatro meses para poder quedarse con su tercer hijo, sin embargo, cuando llegó la primavera, el patrón lo cambió por madera. Sólo le permitieron quedarse con el último, Halle. Siendo ya mayor, Baby Suggs se lesionó la cadera, por lo que la vendieron junto a Halle; ella fue más barata debido a su lesión. Baby Suggs cuenta que, en muchas granjas, se utilizaba a las mujeres para criar a nuevos esclavos porque a los hombres negros los habían convertido en sementales; en Carolina, prestaban a las esclavas negras sólo para sexo.

Seth vivía tranquilamente con sus hijos en casa de su suegra Baby Suggs, hasta que  Maestro la encontró y quiso llevársela de regreso a Sweet Home junto con sus hijos. Seth no lo consintió y tuvo que ir a la cárcel con Denver, su hija recién nacida, a la que estaba amamantando

Los esclavos solo podían ser libres si se cumplían tres tipos de condiciones: Primero, si su amo los libertaba; segundo, por buena conducta o acciones heroicas en las guerras, aunque esto se olvidaba con frecuencia, por ejemplo, en la Guerra de Secesión de EEUU; y tercero, trabajando fuera de la hacienda de su amo para poder pagar su libertad.

Halle estuvo trabajando los domingos durante diez años antes de poder pagar la deuda de su madre, Baby Suggs, y ser libre después de sesenta años de esclavitud. Paul D estuvo en la cárcel durante la Guerra de Secesión y cuando ésta terminó, decidió ir a casa de Baby Suggs; debió ir a pie por el interior del país evitando las grandes vías de comunicación; en su camino se encontró con muchas personas e incluso con familias enteras vagando, buscando familiares o recomendaciones, o huyendo de las deudas; hambrientos, cansados, viviendo escondidos en las cuevas, comiendo la comida de los cerdos, durmiendo en los árboles de día, caminando de noche, huyendo de los atacantes, buscadores de cabezas, montañeses, y juerguistas

Los esclavos libertos rara vez abandonaban la casa de sus amos donde continuaban trabajando como criados debido a su falta de medios económicos y la imposibilidad de integrarse en la sociedad trabajando, puesto que casi nadie les daba trabajo; algunos consiguieron abrir un pequeño taller con el que subsistir, pero la mayoría se declaraba en la más absoluta pobreza para que se les enterrara de caridad en los cementerios anejos a las iglesias.

Cincinnati parece una excepción, puesto que es una ciudad cuyo barrio negro está poblado por esclavos libertos, la mayoría trabaja en el matadero de cerdos, en el servicio doméstico o en pequeños trabajos que les permite vivir, como Baby Suggs, que arregla y hace zapatos, o Seth que trabaja en la cocina de un restaurante de comida rápida. El 124 de Bluestone Road, la última casa de la calle, es la casa que Mr Garner alquiló a los hermanos Bodwin para que Baby Suggs se instalara cuando fue libertada. Ella solía decir que después de sesenta o setenta años de esclavitud, todos los miembros de su cuerpo estaban rotos y sólo le quedaba el corazón, así que se dedicaba a amar y a ayudar a los demás; predicaba, sin ser miembro de la iglesia, en el patio trasero de su casa y siempre había gente allí; hacían comidas y reuniones, y celebraron por todo lo alto la llegada de Seth con su bebé. Desgraciadamente, veintiocho días después, Maestro llegó y quiso llevarse a Seth y a sus hijos, pero ella no lo consintió y fue encarcelada junto a su bebé al que estaba amamantando. Tras el encarcelamiento de Seth, Baby Suggs abandonó la lucha contra la maldad del espíritu, desaparecieron todos los colores y agotada, se acostó hasta que murió.

Después de estos acontecimientos, nadie más visitó la casa, desapareció la alegría. Antes de morir, Baby Suggs pronunció la frase: “En el mundo no hay mala suerte sino blancos”. Denver creció sin salir casi nunca de casa, por lo que no conocía el mundo exterior. Solo Seth salía para ir a trabajar cada mañana. Las tres mujeres vivían con un fantasma gruñón y loco, pero no peligroso. Todo el mundo sabía que había un misterio en la familia, pero nadie quería hablar de él. El equilibrio lo rompió la llegada de Paul D, dieciocho años después de la huida y después de la Guerra de Secesión; entonces reaparecieron los colores en la casa. Pronto concibió la idea de crear una familia con Seth y Denver; fue en ese momento cuando desapareció la fuerte presencia que siempre había vivido con ellas, pero llegó una joven extraña; se instaló con ellas y parecía empeñada en echar a Paul D de la casa.

Con la convivencia aparecieron detalles con los que Denver reconoció a su hermana y Seth a su hija Beloved. Más tarde, Denver comprenderá que Beloved está agotando a Seth y que incluso podría querer matarla, así pues, se decide a salir de casa y buscar trabajo para ayudarla. En esta novela, como en otras, Tim Morrison ofrece un final abierto para que el lector imagine la continuación, o la conclusión final.

La lectura de estas tres novelas me produjo diferentes reacciones. La primera provocó un efecto relativamente intelectual en el sentido de que me permitió razonar los hechos y situarlos en la historia, dentro de los conocimientos que yo había adquirido anteriormente sobre el Apartheid, pero también me provocó tristeza e indignación por hechos inadmisibles desde el punto de vista humano.

La segunda novela tuvo un efecto diferente, pues me hizo acercarme a los hechos históricos a través de vivencias reales, verlos desde la distancia y con una perspectiva de observador. A diferencia de la novela de Sharpe, me produjo un sentimiento de rebeldía ante el tratamiento de un colectivo humano ejercido sobre otro colectivo humano; también me provocó incomprensión hacia este tipo de comportamientos y ante la indiferencia del sufrimiento del colectivo sometido.

La novela de Tim Morrisson tuvo un efecto completamente diferente. Esta escritora consiguió introducirme dentro de la vida de los esclavos y sentirme como ellos, sentir su sufrimiento, su denigración al estado de animales y a su tratamiento como tales, peor aún, a la suposición de su falta de sentimientos.  Me resulta muy difícil asimilar el que a las esclavas se las destinaba a la cría de nuevos esclavos y sólo se les permitiera quedarse con el último hijo para que lo criasen, de la misma forma que muchos propietarios de animales, o de mascotas, permiten que las madres críen a un único cachorro para que no enfermen o para que no se les corte la leche.

Esta equiparación con los animales me resultó insoportable, pero también me creó la obsesión de saber más, de leer más, hasta el punto de comprender que el interés se acercaba al morbo insano psicológicamente. Entonces tuve que detenerme, serenar mi mente y comenzar a pensar.

Siempre he estado en contra de los abusos y las discriminaciones, pero tampoco puedo ignorar que mi relación y reacciones hacia las colectividades y razas diferentes de la blanca eran más bien como las provocadas por la novela de Tom Sharpe, intelectuales y dentro de una visión exterior completada con un atisbo de superioridad, como si en nuestro interior mantuviéramos prejuicios implícitos que se expresan en relación con la mayoría de las personas consideradas diferentes racial, social, sexual o religiosamente hablando. No me extrañaría que existiera algo de verdad en dichas expresiones,  puesto que personas como James Watson, premio Nobel de Fisiología en mil novecientos sesenta y dos, define a los no blancos de formas cuanto menos pintorescas, por ejemplo, los judíos son inteligentes y los chinos son inteligentes pero no creativos; en cuanto a los negros, en dos mil siete aún mantenía  que hay personas que piensan que los blancos y los negros son iguales, pero que, en realidad, la diferencia en el coeficiente intelectual medio entre negros y blancos se debe a la genética. A pesar de tales afirmaciones, él no se consideraba racista.

 Dichas ideas me llevaron a preguntarme la razón por la que existe un enorme colectivo dedicado a la salvación, defensa y ayuda de los desfavorecidos en el mundo. En ningún momento pongo en duda el deseo de ayudar y de rebelarse contra las injusticias, sin embargo, me pregunto si no existe una razón profunda o inconsciente que hace que nos sintamos superiores ayudando a seres, que consideramos en cierto modo inferiores o menores, como niños. Es cierto que cada vez más, el mundo del humanitarismo se tecnifica y se especializa, por lo que se necesitan conocimientos específicos para ayudar más allá de una temporada corta, pero también parece existir una cierta dosis de romanticismo a través de la solidaridad o de conocer culturas diferentes, de la sensibilidad al sentimiento, de experimentar el sentirse protagonistas de su propias vida, olvidar algún fracaso, dar un giro a su vida, o por la imagen heroica del humanitarismo que lleva a muchos jóvenes a dedicarle una etapa de sus vidas. A esto se añade el hecho de que un gran número de médicos abandona después de la primera misión y prefieren regresar a sus lugares de origen.

Hablando de Estados Unidos Tim Morrisson parece mantener que la identidad blanca se construye por y con la presencia del negro; el blanco dominante se ha construido desde la dominación del negro y a pesar de que ha pasado mucho tiempo desde  la época de la esclavitud, existen dos comunidades divergentes, una es la comunidad blanca cristiana, que se desarrolla paralelamente a la comunidad negra; ésta a su vez, continúa siendo y desarrollándose de forma paralela, quizá manteniendo su sentimiento de victimismo, pero siempre en referencia a la comunidad blanca.

Antes de leer a esta escritora, no comprendía la razón por la que los negros estadounidenses se reclaman como afroamericanos y no americanos igual que los blancos, si bien en la actualidad existe este debate y diversos colectivos reclaman definirse como americanos y no como afroamericanos. En cualquier caso, ahora creo comprenderlo; los negros, por supuesto, son americanos de pleno derecho pues han nacido, crecido y envejecido allí, pero también son herederos de un origen africano, un pasado, una cultura y un sentir propios, en gran medida, marginado. En el mismo momento de su captura en África, se les impuso un proceso de des culturalización para desarraigarlos cultural, económica, política y socialmente con vistas a evitar su resistencia y rebeliones; esto no se consiguió completamente puesto que hubo muchas rebeliones. Desde el primer momento desarrollaron las estrategias necesarias para poder vivir individual y colectivamente, iniciaron la creación de elementos culturales propios acompañados de solidaridad entre grupos, comunidades, o entre todos. También los blancos tienen un origen, historia y cultura europea, pero se rebelaron contra ella y se independizaron de Europa, de su historia y de su cultura; desarrollaron su propia idiosincrasia y convirtieron su singularidad en la mentalidad blanca americana dominante, desarrollándose en paralelo a sus esclavos, o en la actualidad, sus antiguos esclavos, a pesar de reivindicar igualmente sus orígenes italianos, irlandeses, u otros.

Tim Morrisson también trata este tema en literatura y dice: “ (…) Se trata de investigar cómo se construyó en Estados Unidos una presencia o persona no blanca, de aspecto africano (o “africanista”) y así mismo de estudiar los usos que se le dio a esta presencia construida. (…) Utilizo el término” africanismo” para referirme a la negritud denotativa y connotativa que han llegado a representar las personas africanas, así como de toda la gama de opiniones, supuestos, lecturas y falsas interpretaciones que acompañan al conocimiento eurocéntrico de esas personas (…). Entre los europeos y los europeizados, este proceso de exclusión compartido – de asignar un nombre y un valor- ha conducido a la idea, tanto popular como académica, de que el racismo es un fenómeno “natural”, aunque no por ello deje de ser fastidioso. ( Jugando en la oscuridad”. Ed. de Oriente y del Mediterráneo. P. 27,8).

Hace tanto tiempo que existe la esclavitud y el racismo en el mundo, que sería imposible afirmar cuándo comenzó. Los esclavos y mercados de esclavos han estado muy presentes a lo largo de la Historia. A menudo era el resultado de las guerras en las que los vencido, independientemente de su clase social, engrosaban el comercio; reyes, príncipes y militares se convertían de la noche a la mañana en esclavos; las mujeres eran violadas y destinadas a la prostitución, o se convertían en amantes o concubinas. Hubo épocas en las que cualquier ciudadano rico, o pobre, era susceptible de convertirse en esclavo debido a deudas no pagadas, a rivalidades, o simplemente al rapto de mujeres. En pleno siglo veintiuno, continúa siendo un tema sensible que conduce a discusiones acaloradas. Los escritores lo tratan mostrándonos su posicionamiento al mismo tiempo que nos ofrecen su visión y sensibilidad dentro del mundo en el que vivimos. Tres escritores y tres novelas no dejan de ser una percepción mínima y personal de la autora de este comentario dentro del planeta y la humanidad en la que estamos todos incluidos.


Madrid, 7-febrero-2023




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