FLAMENCO. Arqueología de lo jondo. (Antonio Manuel)
Comencé
a leer el libro de Antonio Manuel “FLAMENCO. Arqueología de lo jondo” sin saber
muy bien a lo que me enfrentaba y me encontré con un universo que apenas había
intuido anteriormente, pero que se me fue desvelando. No creo equivocarme si
digo que la mayoría de nosotros poseemos una idea más o menos estereotipada, o
más o menos preconcebida sobre el flamenco, el universo gitano, y lo gitano.
En mi
caso, a medida que avanzaba en la lectura, se fueron acrecentando mis primeras
ideas sobre sincretismo, cultura oral, y misticismo. Se trata de un texto en el
que la lírica cautiva al lector por la constante expresión de sentimientos de
una inmensa profundidad. Cautiva los sentidos, aprisiona el corazón y nos
conduce de la mano hacia un mundo desconocido que no podríamos haber imaginado.
Tanto es así, que incluso los poemas de García Lorca, o de los grandes místicos
como San Juan de la Cruz, se leen y se interpretan bajo un prisma diferente,
como vemos en estos versos de un martinete: “No soy ya aquel quien era / ni
quien debía yo de ser/(….) Que la luna crece y mengua / y yo me mantengo en mi
ser / llevo la verdad por habla / y porque lo manda Undebel [Dios en
caló (p. 95)]
La
primera información que nos procura es la de la identidad del Flamenco
preservado por la inteligencia emocional del pueblo gitano, que ha sabido
reconstruir su identidad a lo largo del tiempo para no desaparecer, como le
sucede a las comunidades que pretenden sobrevivir manteniendo su cultura
íntegra e impermeable a cualquier influencia exterior.
Puesto
que lo que no se nombra no existe, lo primero en importancia es imponer un
nombre a los gitanos en su nacimiento. El procedimiento es bastante parecido al
utilizado por los árabes y otras comunidades presentes en Al-Ándalus. Ahí
tenemos el ejemplo del pueblo tunecino Sidi-Bu-Said
[Señor-padre (de)-Said]. Sin embargo, para no reproducir constantemente toda la
extensión del nombre, también existe la costumbre de dar un sobrenombre a cada
uno con alguna característica física, de carácter, o de origen. Así, podemos
encontrar a personas como Carbonerillo de Jerez, la Chata de Vicálbaro, el
tuerto de Graná, y tantos otros.
Una
vez que conocemos el sistema de los nombres, es muy interesante conocer el
origen de la palabra Flamenco. Todos hemos oído decir alguna vez que viene de
los habitantes de Flandes, sin embargo, nuestro autor nos facilita otro origen
completamente diferente y muchísimo más interesante. A los gitanos se les
desposeyó de todas sus pertenencias y de su modo de ganarse la vida, por lo que
situándonos en la época de Al-Ándalus, nos acercamos al idioma árabe imperante
en la zona, la algarabía, y encontramos falâh
(campesino) y mankùb (marginado,
desposeído), por lo que falâmankûb,
puede perfectamente haber evolucionado hasta llegar a la palabra que conocemos
hoy y que identifica al y a lo Flamenco (campesino desposeído y marginado). A
partir de aquí, ya no pensaremos en Flamenco como solíamos hacer, es decir únicamente
como un género musical y de baile típico de los gitanos. Abandonamos la
banalidad y pasamos a darle profundidad, sentido, sentimiento y propiedad.
Ahora ya sabemos qué significa sobrevivir, sentir y expresarse en Flamenco.
Imposible
continuar hablando de la cultura gitana tal como solemos hacerlo, sino del
flamenco, de la cultura y del idioma en el que se expresa. Hablamos sin ninguna
duda de una cultura oral que “se canta en andaluz y de memoria. Sin más
partitura que el recuerdo y el idioma en que se recuerda” (p.20). Los
cantes y bailes continuaron llamándose con palabras antiguas cuyo significado
se olvidó cuando en Al-Ándalus se hablaba en árabe, cuando se nombraba a dios
en árabe. Esas palabras, esos vocablos se mantuvieron transcritos en los
vocablos cristianos sin ningún significado, o pareciendo un significado
completamente diferente. Como es natural en una cultura oral, no faltan los
símbolos, como por ejemplo el de la llave que cerraba el hueco practicado en el
zaguán (zawuiya en árabe; lugar en el
que vivían y enseñaban los santones sufíes andaluces) y en el que se guardaban
objetos sagrados sefardíes, o el Corán, hasta que se declaró malditos a estos
objetos y también a los que los poseyeran. Aún es posible escuchar estrofas de
cante flamenco en el que el cantaor hace alusión a la llave y dice que tiene, o
no tiene la llave. A través del tiempo, se olvidó lo que se guardaba en el
zaguán, pero se llenó el agujero con vírgenes, en claro signo de sincretismo
religioso.
Resulta
muy curioso ver con nueva luz aquella canción infantil tan popular que se
cantaba jugando al corro:”¿Dónde está la
llave, matarile, rile, rile, dónde está la llave, matarile rilerón?” Muchos
judíos y musulmanes andalusíes prefirieron irse a otras tierras allende el
Mediterráneo o el Atlántico, antes que convertirse. Lo sabemos entre otras
cosas porque Felipe II firmó una orden para que los virreyes devolvieran de
América “a todos los gitanos y vagabundos que usan de su traje, lengua,
tratos y desconcertada vida entre los Indios, a los cuales engañan fácilmente
por su natural simplicidad” (p. 141). En aquellos viajes se llevaron las
llaves de sus casas con la esperanza de
regresar algún día. Aun es más curioso descubrir que las palabras árabes mawt y rihla significan muerte y viaje. Como dice Antonio Manuel, “el inmenso dolor de la nostalgia
se metabolizó en un grito desgarrador que conmueve los cimientos del alma. Se
hizo Flamenco” (p. 29). Canciones y palabras que siempre hemos interpretado al
pie de la letra, con las explicaciones de nuestro autor adquieren significado
bastante diverso. ¿Quién diría que la popular interjección que hemos escuchado
en innumerables ocasiones “arsa” y
que interpretábamos como alza o arriba, en realidad quiere decir “verdad”?
Así
llevaron a América la música de la guitarra y los palos de origen africano: la
zarabanda, el fandango y el tango. Allí nació un nuevo mestizaje entre las
culturas y la sangre de los débiles frente al nacional catolicismo castellano
(p. 143). El sincretismo camina desde la acomodación hasta la asimilación;
primero existe la toma de conciencia de la cohabitación de dos tradiciones
diferentes en el mismo espacio, y continúa con la fusión de las dos culturas y
la adquisición de nuevas costumbres dentro de un proceso lento e inconsciente. Por
su parte, Adith S. Gómez (Maestra lingüista española. EF. Educación
Futura.Periodismo de interés público) nos dice que ser latinoamericano es “haber
nacido en una región escenario de grandes y profundas pérdidas, heridas y despojos
por manos conquistadoras y occidentales, (…) de sueños místicos con aroma de
rebelión, esperanza y libertad por parte de miles de indígenas y negros
esclavizados y sus hijos mestizos, quienes a lo largo de seis siglos se han
afanado por definir su identidad, labor que aún parece no tener frutos…”
La
conquista de Granada no consiguió terminar con Al-Ándalus ni con el islam ni
con las civilizaciones que, con su presencia en aquella tierra en la que
dejaron lo mejor de sí mismas, ya fueran la Hispania Bizantina, el judaísmo,
los gitanos o los negros esclavos o libertos. Estos últimos, que ya se habían
romanizado, fueron aceptando el islam y hablando en árabe. Los que quedaron en
la tierra conquistada perdieron la identidad y se les identificó como a
“ellos”, los que eran diferentes, ellos que hablaban de forma diferente, ellos
que cantaban de forma diferente pudieron continuar haciéndolo mediante un
impuesto especial, hasta que una vez expulsados de la península, se les expulsó
de los libros de historia (p. 47).
Ellos
que se quedaron, debieron adaptarse y aun nos regalaron joyas como el nombre de
Granada. ¿Quién no ha identificado este nombre con el de la maravillosa fruta
homónima? Llegamos a una nueva sorpresa puesto que Antonio Manuel nos sorprende
con la expresión “Gar Anat” o templo de Anat, Diosa de la fertilidad.
Es la ciudad a la que entraron todos los pueblos malditos, los moriscos, los no
asimilados o los negros libertos. Allí todos se consideraron gitanos, Flamencos
y no castellanos. Muchos moriscos se unieron a los gitanos, convivieron con
ellos evitando así ser quemados en las hogueras. De esta unión testifica un
cante: “ay, gitana, tú eres mora, mora de
la morería”.
Algo
similar sucedió con los negros esclavos, llamados “curros” del árabe “qur”, es
decir de origen oscuro, de color negro como el alquitrán. Muchos de ellos
habían sido bautizados con el
apellido “moreno”. Al pasar a ser libertos, eran desahuciados, y quedándose sin
recursos, fueron integrándose a la morería y la gitanería.
El Flamenco
se identifica con la soledad, la de la aceituna negra, la del que la sufre;
pero también con la aceituna verde que es la del que la desea, el deseo de no
renunciar a sus raíces, la nostalgia de lo que perdieron. La soledad negra dio
origen al cante jondo de raíces religiosas y del misticismo sufí. Pero la
soledad verde es la madre de los cantes festeros. Tras la desaparición de
Al-Ándalus, se olvidó la gramática árabe, pero no las expresiones sagradas ni
las cotidianas. Entonces se intercambiaron palabras de todos, negros, moriscos,
pícaros y rufianes; sin embargo, los gitanos consiguieron convertir el léxico
en caló con las estructuras del castellano. Por ejemplo, el morisco aceptó “duquela” del sánscrito gitano “duhkhara”
y que en algarabía sonaba a “duq ´alam” con
el mismo significado, es decir: sentir
dolor. De estas aceptaciones nació la lengua andaluza.
Los
cristianos venidos del norte no consiguieron eliminar las culturas no
cristianas, sino que favorecieron lo que Antonio Manuel califica de “Mudanza”,
el desarrollo del sincretismo a través de los siglos en los que los moriscos,
marranos, negros y gitanos fueron tratados de “perros judíos”. Se agruparon en
cofradías en las que fueron acosados.” Aunque Nuestro Señor Jesucristo se
puso en la cruz por todos y nuestra madre la Iglesia no los excluye, en ella
hay órdenes y grados como los hay en el cielo...” (p. 76). Con el acoso y
la soledad consecuente, no les quedó nada más que la expresión de su soledad
negra por un lado, y por el otro, la de la soledad verde dentro de la “cadencia
andaluza”. Lorca describía al cante jondo como de color espiritual y al
Flamenco de color local porque lo jondo es negro y el Flamenco es verde :
“Verde que te quiero verde…” ; todo ello expresado únicamente con una guitarra,
las manos y los pies por medio de las palmas y el taconeo A través de esta cadencia se mantuvo la
memoria y la comunión con Dios, ese dios cuyo nombre en árabe es Allah y se
tradujo en flamenco como “Ole:…”El ole, primito mío,/ yo no lo puedo
entender;/pero quiero que me digan/ ole con ole y olé” (p. 85). Lo mismo sucede
con la expresión sevillana de “mi arma”, que no es sino la transliteración de “ni `ama”, es decir, bendición.
La
revista Agenzia Fides por su parte, en su artículo Titulado “África-Desde
África a América” (jueves 26 de junio de 2004), recoge el sincretismo religioso
y nos habla de los bautismos que se aplicaron a los esclavos africanos y que
estos aceptaron porque no sabían lo que significaban, pero no abandonaron sus
tradiciones religiosas, sino que las mantuvieron dentro de un sincretismo
religioso en el que muchas divinidades africanas se identifican con los Santos
Cristianos.
Con la
Ilustración en el siglo XVIII, se quiso implantar una España blanca y europea.
El marqués de Ensenada pretendía dividir a los pobres en dos tipos; uno era el
de aquellos a los que se permitiría pedir ayuda en las parroquias y el segundo
era el de los gitanos a los que había que expulsar de ellas, e incluso propuso
al Rey enviarlos al Orinoco para que abastecieran de pescado a España. También
defendía la segregación de sexos como medida eugenésica. Se detuvo a 12000
gitanos, entre ellos a los hombres y niños mayores de siete años y los
confinaron en las minas de Almadén, en San Fernando, Cartagena y El Ferrol A las
mujeres y niñas las encerraron en Málaga, Calahorra de Córdoba y en Sevilla.
Así nacieron, por ejemplo, la taranta o la farruca gallega. Sin embargo, los
gitanos no son gente de conformarse y las rebeliones y protestas de gitanos, y no
gitanos, hicieron que progresivamente fueran liberados; unos regresaron a
Andalucía, otros permanecieron en los lugares donde estaban y donde se
establecieron porque “el Flamenco fue, es y será la herejía del poder. Nació
por y para eso. De la rebeldía y para la rebeldía. El Flamenco cantó a la
fuerza de los débiles en cada una de nuestras insurrecciones ganadas y
perdidas” (p. 122). “En Andalucía confluyen la desesperación filosófica
del islam, la desesperación religiosa del hebreo y la desesperación social del
gitano” (p.123).
Con
este libro Antonio Manuel hace un enorme esfuerzo para divulgar lo que
realmente significa el Flamenco y lo Flamenco. En ningún momento alude a la
idea normalizada entre los españoles de que Flamenco es una forma de folklore
de una parte de la población cuyos clichés generalizados son los de la fiesta,
la fatalidad, la inadaptación, marginalidad y atraso. Es evidente que quedan
muchos esfuerzos por hacer para que lo gitano, los gitanos y el Flamenco sean
percibidos como la existencia y la expresión de algo mucho más profundo y de
gran valor, la expresión de una parte de la población española desvalorizada y
marginalizada a lo largo de los siglos.
Para terminar,
intentaré realizar una pequeña y humilde traducción libre de un tango arrumbao
de Manuel Vallejo, Versionado por Rosalía con el título de “Catalina”
Quítate
de mi presencia / Que me estás martirizando / Y a la memoria me trae / Cosas
que estaba olvidando / Ponme la mano aquí, Catalina / Ponme la mano aquí
/ Ponme la mano aquí que la tienes fría / Mira que me voy a morir / Una china que
tenía / Se fue a Alemania y no ha volvío / A la Alemania me voy /
Y no a divertirme / A tomar un veneno / Que quiero morirme
1-Catalina viene de la expresión
completa Túrid ‘al arrús, aqtá ‘lina, lo que quiere decir: ¿Quieres a este
esposo y lo aceptas? Pregunta que se hacía a las mujeres en segundas nupcias y
que ha quedado en la lengua popular como “(que) si quieres arroz, Catalina”
2-China viene de ana
jarina, que quiere decir “tristeza, pena”
3-Alemania viene de al
alm annya, que significa “el dolor del compromiso”
Quítate
de mi presencia / Que me estás martirizando / Y a la memoria me trae / cosas
que estaba olvidando / ponme la mano aquí, ¿quieres? / ponme la mano
aquí / Ponme la mano aquí la tienes fría / Mira que me voy a morir / Una pena
que tenía / Se fue (se instaló) con el dolor del compromiso y no ha volvío
/ voy (estoy con el) al dolor del compromiso / y no a divertirme / A
tomar un veneno / Que quiero morirme.
De repente, las palabras que parecían inconexas como china o Alemania, cobran un significado completo. Es un ejemplo perfecto de las expresiones que se trasliteraron en español, pero que perdieron su significado original. Es decir que, tal como lo interpreto yo que soy una completa profana, estos versos nos hablan del dolor de un hombre porque la mujer con la que esperaba casarse, ha roto el compromiso; ahora le queda el dolor de su pena y quiere morirse
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