Los Mercaderes, de Ana María Matute


PRIMERA MEMORIA

Primera parte

 

            

 

 Ana María Matute pertenece a la generación de escritores de los años cincuenta y sesenta, si bien su obra fue prolífica hasta entrados los años 2000.

            Durante estas dos décadas, se movió entre el realismo y la renovación narrativa de aquella época. La literatura de la posguerra y del realismo tremendista causó un gran impacto, marcada por las consecuencias de la guerra civil y, a pesar de que no se hablase siempre de ella, estaba presente en la creación de los personajes, sus vidas y la sociedad en la que vivían.

             Ana María Matute le gustaba trabajar con trilogías, y es por esta razón por la que hoy quiero iniciar la presentación de una trilogía que está considerada como la mejor producción de esta autora. Se trata de la que lleva por nombre los mercaderes, compuesta por: Primera memoria (Premio Nadal 1959), Los soldados lloran de noche (premio Fastenrath de la Real Academia Española 1962) y La trampa (1969)

            En Primera memoria, asistimos a una narración retrospectiva llevada a cabo por Matia, una de las protagonistas. En esta narración nos descubre un  universo cerrado y, de cierta forma agobiante, dentro de una isla cuyo nombre ignoramos, pero que presumiblemente es Mallorca, puesto que en un momento dado hace alusión a Menorca y al Mediterráneo, y en varias ocasiones dice que los campesinos y los colonos “hablan su lengua”, pero que ella los entiende. En este pueblo reina como absoluta autoridad la anciana Práxedes, una noble que se ve obligada a reducir las dimensiones de la mansión en la que vive con su hija y dos nietos, debido a los altos gastos de limpieza y mantenimientos necesarios en una época en la que se deben realizar grandes sacrificios a causa de la guerra que acaba de comenzar en 1936. Doña Práxedes se sitúa del lado de los suyos, pero nunca dice claramente quiénes son, por el contrario, alude a las ejecuciones que realizan los otros, los que ejecutan sacerdotes, los abren en canal y los cuelgan de ganchos carniceros como si fueran reses. Ésta es la razón por la que tampoco se ofende cuando las mujeres del pueblo rapan el pelo a la madre de Manuel.

            Amelia, la hija de la Doña Práxedes, está casada con un coronel carlista de Navarra, que se encuentra en el frente y del que nunca recibe noticias. Su vida es monótona, aburrida, siempre bajo la influencia de las estrictas reglas impuestas al comportamiento de una mujer de bien. Su hijo Borja, tiene quince años y está orgulloso de su padre que puede fusilar a todos los hombres que él quiera cuando él quiera. El carácter de Borja es de abierta hipocresía, egoísmo y orgullo. En los momentos en los que está con su abuela, es sumamente dócil, suave y obediente; lejos de ella, pasa su tiempo robándole dinero, o quitándo tabaco a su madre, además de algunas cartas que ésta conserva como grandes tesoros.

            Matia es prima de Borja y vive con su abuela porque su madre ha fallecido y su padre ha desaparecido. Nunca se habla de él porque es un hombre extraño, con ideas diferentes, por lo que su mujer se separó de él antes de morir. Presumiblemente, también él está en la guerra, pero no se sabe muy bien.

            El pueblo está dividido en dos partes, representadas por los dos bandos de chicos que a veces juegan,  a veces se enfrentan, y a veces establecen una tregua. Con Borja está Matia, el hijo del administrador, el hijo del médico y alguno más. También están los hermanos Taronjí, siempre vestidos con sus guerreras y sus botas altas; rubios, pálidos, con ojos azules y narices judaicas; estos han confeccionado una lista con sospechosos a los que llevan a la cuneta de la carretera, o a la vuelta del acantilado. El segundo bando está compuesto por el hijo del herrero, el hijo del carnicero y algunos más.

            Finalmente está Manuel, hijo de José Taronjí. José no pertenece a la misma rama familiar de los hermanos Taronjí, porque también tiene ideas raras y no está bien visto en la isla. En realidad Manuel es hijo natural de Jorge de Son Major, pariente de doña Práxedes; nació de su relación un una sirvienta a la que después casó con su administrador, y les dio una casita y un pequeño terreno, dentro de la propiedad de su pariente, para vivir. Jorge de Son Major internó a Manuel en un convento y le pagó los estudios. Sin embargo, Manuel regresó a casa de sus padres pocos días antes de que matasen a su padre José Taronjí, y se quedó a vivir y a ayudar a su madre y a sus hermanos pequeños.

            Jorge de Son Major es el tercer elemento de la isla, pues él representa la libertad odiada por una parte de la isla y admirada y envidiada por la otra, principalmente por las mujeres, hartas de sus vidas insulsas, prisioneras de las conveniencias. Jorge de Son Major dilapidó la fortuna de su padre navegando por las islas del Mediterráneo; cuando envejeció, se instaló en la isla con un viejo sirviente. Nadie le visita y él no se relaciona con nadie, sin embargo, todo el mundo habla de él.

            Borja tiene la esperanza de ser hijo de Jorge de Son Major porque le admira y porque descubrió cartas de su madre dirigidas a él, expresándole su ferviente amor. Sin embargo, cuando descubre que es Manuel el hijo de Jorge de Son Major, se siente profundamente humillado; a partir de entonces, en él crecen incesantemente la aversión y enemistad hacia ellos.

            Borja es hipócrita, intrigante y vengativo, por lo que no duda en hacer dos cosas. La primera es acusar a su prima Matia, de 14 años, de tener dos amantes, uno es el joven Manuel de 16 años, y el otro es el viejo Jorge de Son Major. De forma autoritaria la convence de que ella está en sus manos y deberá hacer lo que él quiera porque si hablara, todo el mundo le creería a él y no a ella, que solo es una chica de catorce años. La segunda es organizar toda una escenografía con el párroco, su abuela y Matia para convencerles de que Manuel le hacía chantaje y le obligaba a robar dinero a su abuela, y a dárselo a él, porque planeaba comprar un barco y recorrer las islas griegas igual que hizo Jorge de Son Mayor. Matia estupefacta, intenta convencer a los demás de que todo es mentira, que es una invención de Borja, pero nadie la cree. Es el momento en el que Borja identifica las ideas raras de Manuel, su padre ya muerto, su madre, Matia y el padre de ésta; insiste en que ninguno de ellos es buena persona, ni personas de fiar porque todos ellos son rojos. Manuel tendrá que sufrir el castigo que le impondrán, es decir, que al tener solo 16 años, no puede ir a la cárcel, por lo que irá varios años a un reformatorio donde no verá ni el sol, ni los árboles ni las flores, y por supuesto, tampoco a su madre ni a sus hermanos pequeños; estos tendrán que valerse por sí mismos sin ningún hombre que les ayude.

            Esta isla aparece como una metáfora de la España de la época, dividida en dos partes enemistadas, como los bandos de los chicos. Una parte está convencida de tener razón y decide quién puede vivir y quien debe morir; establece las reglas a seguir, y desprecia, somete y atormenta a la otra parte que, lucha por una patria diferente. La tercera parte es esa libertad por la que todos luchan; todos la ven lejana; la desean, pero la desprecian por ser inalcanzable.



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