La Trampa Ana Mª Matute
Hoy me voy
a ocupar de la tercera y última parte de Los
Mercaderes. Es la más compleja de las tres, a pesar de que, como las dos
anteriores, el hilo conductor es muy simple. Una guerra que comienza y la vida
de los isleños. Una guerra que termina y las confidencias de dos personas que
navegan clandestinamente a la península. No comprendo por qué esta novela no ha
obtenido ningún premio, pues, en mi opinión, lo merece ampliamente.
Esta vez estamos en la mitad o
finales de los años sesenta. El tiempo ha pasado y los personajes que
encontramos por primera vez en Primera
Memoria son adultos, los sirvientes de la abuela son mayores, y la abuela
misma tiene noventa y nueve años. Encontramos a Matia, Borja, la abuela, tía Emilia, pero también conocemos
a personajes nuevos. Isa, Mario, Bear, Franc y otros que, en realidad, son casi
secundarios. Franc es el padre de Matia. Bear es el hijo de veinte años de
Matia. Mario es el profesor convertido en amigo de Bear, mucho mayor que él, de
casi la misma edad que Matia. Isa es la novia de Mario
Borja es un solterón disoluto que
se dedica a navegar por las islas, las islas griegas y la Costa Azul. Sus
planes de futuro se sitúan en un permanente “el año que viene”, que será el año
en que muera la abuela. Su paso egoísta e indiferente por la vida le lleva
incluso a dejar a su madre sin nombre, pues en sus labios se convierte en “la
pobre mamá”. Franc, el padre de Matia, tras la guerra, se convirtió en profesor
universitario en Puerto rico y después, se instaló en el interior de Estados
unidos, en una universidad cuyo departamento de español comenzaba a
desarrollarse. Inmediatamente reclamó a su hija para que se reuniera con él,
pero ésta tardó un poco en hacerlo. Matia se casó allí, tuvo un hijo, se
divorció y volvió a La Patria, como decía Franc, insistiendo en que era
necesario regresar a La Patria. Bear viajó a La Patria con su madre, pero no regresó
a Su patria porque no tenía patria, ni donde nació ni la de su abuelo y la de
su madre. Sin embargo decidió estudiar en ella y antes de comenzar, necesitaba
a alguien que le orientase y la aconsejase y así, a través de tío Borja,
conoció a Mario, quien primero fue su profesor y después su amigo. Isa es la
novia de Mario, pero sabe que no gusta a nadie del entorno de Mario y su mayor
antagonista no es otro que Bear.
La ocasión para el encuentro de todos ellos es
la celebración de los cien años de la abuela, aunque en realidad cumple uno
menos porque no quiere correr el riesgo de cumplir realmente cien, le ocurra
algo, y no pueda celebrarlos. La celebración tiene lugar en Mallorca porque la
abuela quiere reunir a toda la familia cercana y lejana, y conocer a los nuevos
miembros, como Bear.
La novela
comienza con la reflexión personal de cada personaje dentro de una sociedad
estratificada o nostálgica de “universitarios y no universitarios”, según
Franc; de “personas dignas sin dinero que se dedican a preparar oposiciones”,
según Borja; o de ancianos niños, o viejas niñas, según Bear e Isa. Esta vez nos
encontramos con un espacio temporal periódico, como lo atestigua el
nombre de los capítulos iguales en las tres partes del relato. La primera parte
resulta totalmente desorientadora puesto que el lector no dispone de ningún elemento,
ninguna referencia que le ayude a identificar al personaje de cada capítulo. Tampoco
ayuda el entrelazado de narradores que varía entre la primera persona, la
tercera e incluso la segunda. La conexión entre ellos se irá aclarando en la
segunda parte y llegará a la identificación total en la tercera parte.
En la
primera parte nos encontramos con Matia, Isa, Mario y Bear hablando de sentimientos
y sucesos que sólo ellos conocen, pero que tampoco nos presentan porque hablan
para sí mismos, lo que parece evidente en el intento de escritura de un diario
por parte de Matia. Ellos saben en qué momento ocurrió cada cosa y no necesitan
especificar nada. Lo que sí sabemos es que se trata de personas solas,
aisladas, marcadas por las circunstancias. Les invaden sentimientos de rencor, odio,
traición personal o ajena. Matia se confiesa a sí misma que ha regresado a la
isla, ha respondido a la llamada de la abuela, porque “nació en la tiranía y en
ella morirá, no conseguirá desprenderse de ella”. Ella e Isa nos aclaran que la
situación de las mujeres no era demasiado buena dentro de la sociedad, pero se
les permitía la ambición, la ignorancia, el desamparo, la pereza, la
sensualidad y el amor posesivo, casi destructor. Aparece la noción del
silencio, la pérdida de la palabra y el olvido, indispensables para aceptar el
odio o llegar a olvidarlo. Poco a poco tomamos conocimiento del término de mercaderes. Somos nosotros mismos
viviendo y sobrepasando etapas de la vida, engañándonos y poniéndonos trampas
para no cambiar nada, porque para sobrevivir como personas en lugar de morir,
es mucho más cómodo y práctico aceptar nuestro papel de víctimas expiatorias
sin elección de cambio. Constantemente mercadeamos con nosotros mismos,
incluido Mario que nos muestra el motor de su vida y el de otros personajes, él
nos habla de la venganza, pero ignoramos de qué venganza se trata.
El relato en sí transcurre en muy pocos días
puesto que es un viaje, la llegada a Mallorca y la celebración de la abuela. En
la isla corren rumores sobre Manuel Taronjí al que, al parecer, admiran incluso
sus enemigos. Bear se proyecta como una persona fría, calculadora e intrigante,
lo que parece extraño siendo tan joven, quizá lo único que pretenda sea ganarse
la confianza de unos y de otros e introducirlos en su universo personal. En
realidad es la única persona que, al ser la tercera generación de la familia,
no tiene ninguna relación ni influencia del
pasado, las que achantan, amedrentan y desalientan a todos los que le
rodean, excepto a la abuela; ella continúa siendo la que dirige y dicta las
reglas. Bear ha nacido en Estados Unidos y posee el pragmatismo estadounidense
heredado de su abuela materna; es muy joven y no le frenan los hilos del
pasado.
Con esta novela llegamos al final de un ciclo, de una época, y será Bear el que lo cierre abiertamente, tomando la responsabilidad de los que se comprometieron a hacerlo y se echaron atrás. El ciclo de la guerra, la posguerra, el hambre, las necesidades, los sentimientos encontrados, queda cerrado. Llega la apertura, los americanos con sus influencias económicas y culturales. Nace una nueva sociedad, una nueva generación que ha conocido de lejos la guerra europea y que, de cierto modo, es su heredera. El pasado pierde parte de suvalor para poder mirar adelante, desechar la falta de perspectivas. Se toma la dirección de una nueva Patria, una nueva mentalidad, una nueva lucha abierta y con mirada dirigida a nuevos horizontes.
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