SINFONÍA DEL NUEVO MUNDO
El
título de esta novela es muy sugerente, como si quisiera tomarnos de la mano
para conducirnos a lugares lejanos, hermosos y exóticos donde no existe nada
más que la bonanza y la felicidad, como en la canción de Nino Bravo en la que
nos aseguraba que América era un nuevo Edén, el jardín deseado en el que el
dolor, el esfuerzo y el sufrimiento brillan por su ausencia. Quizá esa fuera la
intención de Devorak al componer su “Sinfonía del Nuevo Mundo”. Sea como fuere,
voy a explicar lo que la novela me sugiere en su conjunto.
Me
imagino en un museo delante de un tríptico costumbrista y entre los dos, un
experto que explica cada uno de los cuadros. Este experto que no es otro que el
narrador aparece debido a su omnipresencia a lo largo de las tres partes que
componen el todo. Así pues imagino una novela contada, hablada y explicada por
este narrador que se permite completar la imagen con pinceladas que intensifica
o debilita a su antojo.
En el
primer cuadro (o primer capítulo), nos hace una descripción exhaustiva del
lugar y las personas presentes. Sin embargo va intercalando pinceladas más o
menos intensas con las que nos introduce en la historia, en los acontecimientos
que forman parte del lienzo, y se sirve de ellos para plasmar pinceladas más
enérgicas y palpitantes sirviéndose de personajes, que en condiciones normales
no serían muy ilustrados, para introducirnos en ciertos principios filosóficos y
desarrollarlos poco a poco, como haría un profesor ante su audiencia de alumnos
a la que no duda en presentar el principio fatalista de Samarcanda: huir de la
muerte en un lugar para encontrarla en otro. Nos hallamos en pleno motín de La
Granja, con la reina Isabel II y el inicio de las guerras carlistas.
El
segundo cuadro se mantiene en movimiento puesto que asistimos al viaje que
traslada a Luis y a su familia de La Granja a Cádiz donde residen. La
descripción de este cuadro se acompaña con
intensas pinceladas más moralistas que filosóficas. El costumbrismo
aparece con mucha más fuerza que en el primer cuadro; las nuevas pinceladas nos
trasladan de lleno a dos círculos completamente diversos entre los que no
existe más comunicación que la de la servidumbre del pueblo trabajador,
harapiento y hambriento. Las pinceladas morales nos muestran las dificultades
de criar y educar a los niños, la joven generación, cuando se trabaja durante
todo el día y no queda nadie en casa para ocuparse de ellos. La escuela tampoco
es una opción válida y los niños quedan prácticamente abandonados a su suerte
hasta el regreso de sus padres a casa.
La
descripción de la tercera parte del tríptico nos mantiene en Cádiz donde unas fuertes
pinceladas nos van introduciendo en el fatalismo de la vida, la falta de estudios
y formación, la orgullosa testarudez mal comprendida y peor explicada, las
desgracias de la guerra, el abuso de los señoritos sobre las criadas, la
soledad, el hambre. Pero también las pretensiones de los que quieren pertenecer
a las clases altas cueste lo que cueste, la comodidad de la buena posición
económica, el bienestar de poseer y dirigir el futuro, hasta que también en las
clases altas aparece la desgracia mediante la ruina financiera y la inseguridad
del futuro.
Es
entonces cuando se comienzan a oír suavemente unos acordes que, como pinceladas
que se colorean e intensifican progresivamente, se asemejan más bien a la coda
de la sinfonía del Viejo Mundo, pero con la penetrante aparición de una
pincelada casi repentina, va aclarándose e imponiéndose la idea de la desaparición
del fatalismo. Aparece la esperanza de un nuevo futuro; nos encontramos ante la
ruptura, ante el viaje al Nuevo mundo.
Como
conclusión diré que “Sinfonía del Nuevo Mundo” es una bonita historia
socio-filosófico-histórica de composición muy estructurada, de lectura fluida;
encontramos viejos tópicos vigentes en la época, como el carácter de distintos
tipos de personas, de clases sociales, o de hombres y mujeres; sin embargo
estos tópicos no que no rasgan la
armonía de la estructura ni de la historia, sino que la complementan..
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