DE VIAJE. EUROPA CENTRAL


(ED. SEQUITUR )                


Hoy emprendemos un viaje por Europa Central de la mano de Stefan Zweig.

Cuando escribió este librito, aún estaban muy lejos los tristes acontecimientos que le obligarían a exiliarse e instalarse en el Brasil antes de decidir suicidarse y abandonar un mundo que, ya no correspondía en nada al que él conocía, al humanismo, el arte y la cultura europea que siempre la había defendido.

Con él y sus crónicas de viaje, descubriremos una Europa de la que, quizá, hemos tomado conocimiento a través de los libros, pero que ni siquiera hemos conseguido vislumbrar porque la época en la que fueron escritas, desapareció.

A través de estas crónicas, no sólo descubriremos lugares, sino que los sentimos, vamos a penetrar en ellos porque Zweiz nos abre una puerta que va mucho más allá de la simple visita. En realidad nos presenta unas imágenes vívidas, palpitantes, vehementes y, pertenecientes al tiempo anterior, contemporáneo y posterior al cataclismo de la Primera Guerra mundial.

Seguramente hayamos contemplado en numerosas ocasiones grabados, cuadros, o incluso hayamos visto documentales o películas en las que se viaja a caballo, en coche de postas o incluso a pie, pero seguramente no lo habremos sentido como si las dificultades fueran nuestras, como si todo nuestro organismo físico y mental sufriera su impacto. Esto es lo que ocurre con la primera historia titulada El Paso del Stilfserjoch, (1905), en pleno Tirol austríaco; allí descubrimos el mazizo del Oetler, el paisaje alpino, el aire puro, los riachuelos, el frescor de la nieve, el camino tortuoso y el valle de Bormio, Italia entre montes nevados.

Resulta imposible permanecer impasible ante la visión de Galitzia (1915) después de la batalla del mismo nombre. Allí apreciamos los destrozos de la guerra, la exhibición de fuerza, las sangrientas grietas en los pueblos, las casas saqueadas, la tierra quemada, el tormento de las personas deportadas o despojadas de todo; pero sobre las ruinas lo más importante, el triunfo de la resistencia. Aun así, el sufrimiento pasado es casi palpable en la devastación de la estación o los puentes destruidos o los bosques arrasados; sin embargo la naturaleza retoma su curso imponiéndose a la destrucción y sirviéndose de ella. La tierra nivela las asperezas y destruye la destrucción. La población se afana en reconstruir. La gente recupera la alegría a pesar de que la recuperación es lenta porque también en el dolor parece existir el triunfo de la vida.

No dejemos que nos invada la tristeza pues continuamos el viaje desde casa, sin salir de ella y lo hacemos a través de libros de imágenes. Por ejemplo viajamos por el Danubio con un precioso libro del Archivo de Guerra Imperial y Real; es un viaje a través de castillos y abadías a lo largo del río; este viaje resulta exhaustivo gracias al cartógrafo extremadamente riguroso y al paisajista cuya reproducción es prácticamente exacta al natural. Remontando el Danubio llegamos a la tierra de los Nibelungos y a los pueblecitos de Austria, a Suiza y, disfrutamos de gran variedad de paisajes con su Historia. El río no es sino un mediador entre Oriente y Occidente.

No falta el ensalzamiento de Suiza y su creación de la Cruz Roja, Salzburgo y su Historia traspasada por el comercio de sal, fusionada por la tierra el agua y el aire; limitada por Los Alpes. Invariable en su estructura durante siglos; misteriosa y metrópolis cultural en verano, traspasada por la música, la Ópera. Orgullosa de mostrar el nombre de Wolfgang Amadeus Mozart.

Sería imperdonable olvidarse de la ciudad austríaca por excelencia Viena. Su grandiosidad, su historia de avanzadilla de la civilización latina. Capital de un imperio cuyas fronteras se encontraban en Alemania, Bélgica, Venecia, Florencia, Bohemia, Hungría y la mitad de los Balcanes. Sus monarcas adoptaron la etiqueta española, se sentían cercanos a la cultura francesa y estaban vinculados a todas las naciones europeas. Fue casi el origen de la cultura popular, pero la abundancia de nacionalidades allí presentes, la llevó a engrandecer su creación: Las artes, la literatura y sobre todos la música. Los vieneses se interesaban menos en la política que en la música pues la música se convirtió en su seña de identidad. Y sin embargo, supo sobreponerse y renovarse en el momento más duro al desparecer el impero austro-húngaro, dejó de ser una ciudad imperial. Una nueva Viena nació llena de energía, llena de actividad intelectual. 

Es la Viena en la que nació Stefan Zweig, la que cultivó, la que amó y la que abandonó en Brasil.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La más recóndita memoria de los hombres. Mohamed MBOUGAR SARR

Castillos de fuego, Ignacio Martínez de Pisón

El corazón del cíclope, José Antonio Abella