L'Étranger d'Albert Camus
Muchas veces he leído que Mersaud, el personaje de
“L’étranger” es un hombre impasible, indiferente e incapaz de sentir. Por mi
parte pienso que, por el contrario, es un hombre de condición social y
económica humilde y que, a pesar de ello, se siente bien en su círculo social,
económico y profesional. No aspira a una mejora profesional porque su vida le
gusta y no necesita más.
No habla de amor ni con ni hacia Marie, pero se siente
bien con ella, la desea y está dispuesto a casarse con ella. Todo lo hace “como
todo el mundo” e implícitamente apela a la forma de sentir, vivir y ambicionar
como todo el mundo. A su madre la incluyó en un asilo porque no podía ocuparse
de ella, - yo creo que “como todo el mundo”- y porque él siendo joven y ella
mayor, ya no tenían nada que decirse, aunque quizá hubiese podido tener más
proximidad con ella haciendo un viaje largo e incómodo de tanto en tanto para
no romper el vínculo filial y de raíces, pero no fue a verla hasta su funeral,
como muchas personas.
Mata a un árabe sin motivo aparente, pero con el atroz
sentimiento de incomodidad y malestar debido al calor, al sol y al cansancio.
Aun así no lo hace hasta que ve el cuchillo del árabe y sobre todo el brillo
del sol en la lámina cegándole y confundiéndole.
Durante un año permanece encarcelado y Marie le escribe,
le visita y le insiste en su intención de casarse con ella cuando sea puesto en
libertad, ya que les parece indudable que será puesto en libertad a pesar de
haber cometido un homicidio. Doce meses después, también en verano, se inicia
su juicio. Es un periodo del año en el que no hay grandes casos, excepto el de
Mersaud y, al día siguiente, el de un parricida. Entonces ocurre lo que parecía
que nunca sucedería. Durante el proceso, no se enjuiciará de forma objetiva los
hechos cometidos, sino que se pondrá en juicio la moralidad del acusado, su
falta de creencia religiosa y su aparente impasibilidad. A partir de ese
momento, Mersaud aparece como un ser impío, sin alma ni sentimientos y, esto es
lo que se enjuiciará, no el homicidio cometido.
En realidad, parece que la gran falta del acusado reside
en el hecho de que su vida se rige por una idea muy simple. Él acepta que la
vida no es sino un tránsito entre la nada anterior al nacimiento y la nada
posterior a la muerte, porque el ser humano nace ya condenado a la muerte, su
único destino es el de fallecer, lo que me lleva a las clases de religión en
las que nos enseñaban que sólo estamos de paso en el mundo y nuestro destino es
el de reunirnos con dios; si nos apuramos, incluso podríamos decir que nuestra
vida, nuestro paso por el mundo es un absurdo puesto que nuestro nacimiento
tiene un objetivo final predestinado que es el de la muerte.. Mersaud no
necesita argumentos grandilocuentes para ser feliz, ni supersticiones, ni
creencias en un ser superior, ni en la grandeza y sensiblería con la que se
insiste en relación con los sentimientos. Y sin embargo, Mersaud no es
insensible. No abandonó a su madre por indiferencia sino porque no podía ocuparse
de ella y era natural que estuvieran separados; no contradice las intenciones
de matrimonio de Marie porque se siente bien con ella, su pretensión es
natural. Ama su ciudad y los ruidos que la colman, su barrio y sus vecinos, sus
olores, la luz del sol, el calor, los baños en el mar. Mersaud es un buen
empleado apreciado por su buen trabajo y, también es apreciado por sus amigos y
sus vecinos. Incluso el sacerdote al que se niega a recibir varias veces,
reconoce su amor hacia la tierra, el único lugar en el que vivimos, pero de paso.
No obstante, el juicio parece desarrollarse en la
dirección tomada por Marsaud respecto a la vida cotidiana, a su falta
de ambiciones, a la falta de necesidad del ser supremo para darle significado a
la presencia del hombre en la tierra y; principalmente, a la ausencia de su
sentimiento de culpabilidad. Como ya he dicho anteriormente, no asistimos al
juicio de un homicidio sino al de un hombre.
Pero Marsaud tampoco es un hombre tan excepcional pues
cuando, por fin acepta su ejecución y su muerte antes de lo que hubiera sido
predecible, cuando se siente preparado para morir, todo lo demás pierde
importancia, Marie –que ya ni le visita ni le escribe y quizá tenga un nuevo
amante-, el homicidio cometido, sus amigos, su trabajo, su ciudad; todo carece
ya de importancia, en cambio su espíritu se eleva al de su madre que en el
asilo y cercana a la muerte supo encontrar un compañero, para poder abandonar su
antigua vida y comenzar una nueva fuera de las ataduras mundanas y, para ello,
tanto ella como su hijo, necesitaban a los humanos como espectadores y compañía
en su alejamiento, ya fuera a través de un nuevo compañero, el velatorio, o el
entierro; o en el caso de su hijo, la necesidad del público con su expresión de odio en el momento de su ejecución pública por ser tan diferente de los demás y no arrepentirse ni culparse de ello.
No sé si L'étranger trata de la indiferencia de un hombre o si se trata de una crítica social; en todo caso trata de lo absurdo de la existencia humana nacida para morir y mientras tanto, aceptar con naturalidad su paso por la tierra y la vida que se desarrolla en ella.
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