Contre-enquête (Kamel Daoud)

(Ed. Babel. Actes Sud. 2016)
(Ed. española: "Caso revisado" Almuzara. 2016. Colección Narrativa. Bolsillo)



Tras el éxito conocido por “El Extranjero” escrito por Albert Camus, Kamel Daoud, escribe la contrapartida hablando del árabe asesinado olvidado e ignorado en paralelo a la inmensurable fama adquirida por el escritor del libro y por el libro en sí mismo.

            En un café de Orán, el único en el que sirven vino, un anciano atormentado se decide a narrar su historia. A veces habla consigo mismo, a veces con el asesino de su hermano cuando él aún era un niño y a veces, con el escritor de la novela en la que se menciona la muerte de su hermano a manos de un francés. Nos encontramos ante una narración histórica y psicológica y sociológica pues estos tres componentes son primordiales. 

            Lo primero que llama la atención es que el arrebato, el furor y la rabia con la el narrador inicia su historia. Inmediatamente explica la falta de identidad de su hermano, al que llama Moussa, de sí mismo y, de todos los argelinos identificados como árabes por los franceses.

            Esta historia también es la historia de la colonización, la guerra de liberación con la posterior descolonización, y la situación del país después de estos hechos. Moussa es el hermano del narrador, pero también podría ser cualquier argelino. La falta de identidad de su hermano muerto en una playa de Argel, podría ser la falta de identidad de todos los argelinos durante la colonización, la víctima de la indiferencia de los colonos hacia los colonizados. La ausencia de identidad de los argelinos no se originó con los franceses, sino que viene de más lejos, por ejemplo de los turcos y los españoles; sin embargo, fueron identificados por los franceses como árabes y ésa es la identidad que permanecerá a través del tiempo.

            Este término genérico es evidente al saber que ni siquiera en la novela existe el cadáver de la víctima, ni una tumba donde visitarle, excepto una tumba vacía hecha por su madre, pues desaparece inmediatamente para dar paso única y exclusivamente al caso del roumi, el extranjero que lo asesinó sin ninguna razón aparente a parte de la refulgencia del sol sobre la lámina del cuchillo de Moussa y la abrumación causada por el calor a la hora de la siesta. En cambio, Moussa sí que tenía una razón para tener un cuchillo y era el castigo de un roumi que había ayudado al maltratador de una mujer argelina, quien inmediatamente pasa a ser el símbolo de todas las argelinas ignoradas, humilladas y maltratadas por los franceses; las mujeres a las que como único recurso de supervivencia relativamente congruente debido también a su marginalidad, es el de la astucia y el engaño disimulado.

            El narrador no se deja burlar por toda la simbología con la que su madre le obliga a convivir hasta la adolescencia y, reconoce que su hermano adolecía de numerosos defectos presentes en los hombres argelinos, incluso antes de la colonización, a saber, el alcohol, el orgullo, los tatuajes simbólicos de la virilidad y la barba de profeta, entre otros. Pero también habla del paralelismo entre él y el francés que mató a su hermano pues una vez que sus madres se hicieron mayores, ninguno de los dos la visitaron porque ninguno de los dos tenía nada que hablar con ellas.

            Después de una infancia marcada por la muerte de su hermano y el culto que de ella hacía su madre, casi a la edad adulta, el narrador decide aprender la lengua del colonizador para afrontar de nuevo todos los hechos y reconstruirse a sí mismo dándose una nueva identidad.  Al final de la guerra de liberación, cuando muchas personas ocupan las casas de los expulsados, el narrador y su madre ocupan la del colono para quién trabajaba la madre y cuando descubren al dueño escondido, el narrador encuentra el momento de conjurar la influencia que la muerte de Moussa y la fama de su asesino han tenido sobre él, así que le mata con su propio revolver. Este acto casi le cuesta también a él un proceso judicial puesto que no era el mejor momento para matar a un francés; debería haberlo hecho durante la guerra y no después. Así pues, a pesar de las explicaciones dadas por su madre, se verá marcado por no haber participado en el movimiento de liberación del país.

            La independencia no cambia mucho en la situación del país, excepto que ya no hay colonos; la rivalidad que existía con ellos, ahora se transforma en aburrimiento porque no pasa nada, o por lo menos no para el narrador que, debido a la nueva lengua que aprende, establece una relación con una mujer culta que escribe una tesis en la que decide hablar de la muerte de Moussa; esta mujer es demasiado independiente y liberal como para aceptar a este joven marcado por su pasado y sus símbolos; es una nueva Argelia que no consigue despertar el deseo de sobrepasarse antes de que se convierta en aburrida y, prefiere quedarse anclado en un presente sin pena ni gloria pero libre o al menos discreto en medio de la gente a cuyo alrededor se ha consumido el entusiasmo de la independencia. También él rechaza la oferta del imán para integrarse en el islam y rezar y, después de su paso por el mundo, también él desea que, en el momento de su muerte haya muchos espectadores que le griten su odio.

            Esta novela es la historia de un país, de sus miedos a la falta de libertad, pero también del miedo a la libertad. Se podría decir que, en realidad, son los problemas planteados por la colonización y la descolonización en cualquier país.



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