LOS NIÑOS TONTOS
("Los niños tontos". Ana María Matute. Ed. Destino. Planeta de libros.2017)
Ana María Matute forma parte de los escritores de los que
he oído y leído numerosas críticas positivas, más aún por ser una de las
escasas mujeres incluidas en la Real Academia de la Lengua. Así pues, siempre he
considerado que se merecía un acercamiento a su obra, sin embargo, fui postergando
su lectura sine die por el simple hecho de que siempre estaría a mi alcance, ya
que forma parte de los clásicos, de los que nunca pasan de moda. El momento no
llegaba nunca y por fin, me he decidido a hacerlo; he comenzado, como con miedo
a una posible decepción, por una selección de cuentos titulada Los niños tontos. Ni qué decir tiene que
mi sorpresa ha sido mayúscula, y esta es la razón por la que me dispongo a dar
una breve explicación.
Estos
cuentos, publicados en 1956, son en su mayoría micro relatos que no sobrepasan
un párrafo relativamente pequeño o relativamente grande; a veces una página o
dos Y absolutamente sorprendentes. Matute consigue en unas cuantas líneas realizar
tal condensación de ideas, sentimientos e imágenes que hace que sobren las
palabras adicionales. Cada cuento es una historia completa desbordante de
significado.
En cada
historia, el protagonista es un niño o una niña que posee una característica
particular por la que se convierte en especial. La escritora consigue su efecto
a través de la descripción de los niños y de su inadaptación a la comunidad en la
que viven, ya sea rural o urbana. En esta comunidad también hay otros niños, la
escuela, su casa o incluso sus padres.
Su
estilo de redacción depurado, clásico y lírico, consigue crear una atmósfera de
profunda sorpresa y angustia al mismo tiempo que nos presenta una España
mísera, ignorante y cruel; características propias de la falta de empatía y
solidaridad con los que son diferentes; características que capacita para el
maltrato, la diversión y la ridiculización sin el menor prejuicio hacia el padecimiento
del que se ha convertido en objeto de burlas, como la niña fea a la que sus
compañeras no admiten en sus juegos, o el niño que era amigo del demonio porque
le daba pena y porque pensaba protegerse para no ir al infierno. Tal vez los
niños crueles lo son porque no les gusta el mundo en el que viven. La presencia
de numerosos símbolos como colores o sustancias, tales como el carbón, el agua
o un escaparate, nos sitúa frente a la presencia de la muerte, el sufrimiento o
la diferencia cultural y económica entre los diversos vecinos.
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