NAVIDAD

NAVIDAD 



Se acabaron las fiestas de Navidad, de Fin de Año y, la comida de Año Nuevo, aunque aún queda la última prueba consistente en el roscón de reyes; sin embargo, a partir de ahora, cada oveja regresa a su redil.



Respiras hondo y piensas que otro año más, has superado la rebelión de tu cuerpo ante ingestas monstruosas de alimentos calóricos, tradicionales y saturados. De nuevo te prometes que en las nuevas fiestas, al final del año que acaba de comenzar, será diferente, que confeccionarás un menú un poco más refinado de lo habitual pero ligero y digesto; piensas que tienes once meses para reflexionar, para convencerte de que esta vez no cederás y no caerás en la tentación de cometer el sempiterno error de cada Navidad.
Piensas en las últimas reuniones familiares, en los esfuerzos latentes de cada uno para mantener la armonía, para no reaccionar a las provocaciones por nimias que sean, implícitas o explícitas. Sobrellevas los aguijonazos en el hígado respondiendo con sonrisas, que quieres convincentes, sobre la ausencia de malestar y, a tu vez, tratas de convencer al grupo de que todo va perfectamente, que no entiendes la razón de tal interpelación: Confeccionas tu mejor sonrisa y la mejor caricia sobre la mano o la mejilla del que se encuentra a tu lado, aun sabiendo que disimulará su falta de crédito pero que aparecerá como crédito real.
Intentas no pensar en el origen de tu malestar y continúas bebiendo de la copa que mantienes en la mano, si es que no debes conducir. Entonces a tu mente llega el último discernimiento ocurrido ese mismo día. Te das cuenta de cómo los diferentes núcleos familiares presentes en la celebración se protegen mediante un escudo imperceptible que lo envuelve y lo separa del resto de los núcleos, aunque se vinculen por el frotamiento de la consanguinidad. Entonces recuerdas las clases de matemáticas en tu infancia cuando perdiste pie al sobrepasar la teoría de los conjuntos. ¿Qué sucederá en el momento en que el conjunto, el núcleo más anciano desaparezca, cómo se vincularán los núcleos supervivientes? Me entristece que en ese posible momento, el vínculo se evapore, y me intriga saber qué núcleo se interesará por crear una nueva intersección.
Desde tu propio núcleo observas a los que, hasta ayer, pensabas que formaban parte de un solo y único conjunto, del que tú también formabas parte. Y sientes un dolor agudo en un lugar desconocido de tu cuerpo o de tu alma al reconocer que habías herrado completamente. Debes aceptar que ahora tu responsabilidad es mantenerte en tu propio núcleo. Ya no podrás comentar ni opinar, y con muchísima menos razón criticar, pues el aislamiento de cada núcleo te lo impedirá.
Ahora debes sonreír o contrarrestar lo más suavemente posible las desautorizaciones que se te hagan, ya sean del tipo intelectual, político, práctico o sentimental. Como en una tragedia griega, se han distribuido los papeles, y a ti no te ha correspondido el de persona responsable e influyente que se ocupa de los demás hasta la obsesión, porque tú no tienes la ofuscación inconsciente de la perfección, de constituir un centro en el que todas las miradas convergen, en el que todas las demás personas se sienten reflejadas y, por la misma razón, pensarán que tú no eres el centro de la bondad ni de la responsabilidad. Tú no absorbes a los demás. Y acabas de comprender que se te ha negado el derecho a la opinión porque tu samaritanismo es ocasional, a pesar del amor filial que te lleva a ejercerlo.




Te encuentras con casos de obvia dificultad, pero tu desautorización te impide comentar o aportar tu propia visión. Debes mantenerte dentro de tu núcleo cuyo ligero escudo te separa de los demás. Y a pesar de ello, mantienes los esfuerzos, no quieres que los vínculo desaparezcan, pero el dolor que notaste con anterioridad regresa y no te queda más remedio que aceptar que con el final de las fiestas, terminó la parte de protagonismo que se te confirió, ya no representas nada más que a una oveja que debe regresar a su redil.
A pesar de las expresiones de disculpa, de cariño y de acercamiento, comprendes que tu presencia ya no es ni requerida ni deseada, por lo que decides, una vez más, -como ocurrirá en numerosas ocasiones a lo largo del nuevo año-, alejarte y aceptar el papel distante y condescendiente que se te ha otorgado. No te queda nada más que intentar representarlo, a ser posible, a la perfección.
Y sueñas con la época en que creías que no existían los núcleos protegidos, en la que sentías que todos formabais parte del mismo núcleo, en la que reíais, compartíais y reinaba la complicidad familiar. Te preguntas qué es lo que falló, qué es lo que ocurrió para que la complicidad desaparezca. Te preguntas hasta qué punto tú perpetraste tal transgresión que, sin duda fue compartida pero no asumida..

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