La Generación del 98




El pasado 25 de octubre asistí a la última lección magistral de Jorge Urrutia en la Universidad Carlos III de Madrid (Getafe), en la que había enseñado muchos años. Fue un acto emocionante en el que se recordó el sentimiento de numerosos profesores que en la misma situación, en palabras de Manuel Palacio (decano de la Facultad de Humanidades) venían a decir: “Toda mi vida universitaria viene en estos momentos a mi alma y la conmueve que no os podéis ni imaginar”. A estas palabras se añadió la siguiente reflexión, “Un  académico es un canalizador de energía”, pues “Lo que hoy sabemos nace del ayer “.


Jorge Urrutia se muestra sorprendido por los tiempos actuales en los que comprueba que las universidades, por un lado,  se van vaciando de jóvenes y, por otro, se llenan de mayores; y se pregunta  si se deberá a que “la literatura exige una experiencia vital que antes no valorábamos”, o si, como explica George Steiner, es porque los jóvenes son incapaces de permanecer a solas y en silencio en una habitación, desprovistos de ordenador y teléfono celular.

Durante esta última lección desarrolló el tema de la generación del  98 desde un punto de vista que me resultó original, ya que yo siempre he conocido la versión clásica que he leído en los libros de literatura e historia. La conmoción de la decadencia española, el desastre de la derrota militar en la “guerra hispano-estadounidense y la pérdida de las últimas colonias españolas ayuda a Urrutia a abordar el tema del héroe solitario, que fracasa por querer serlo. Así ocurre con Hamlet, Anna Karenina o Nazarín, según la tradición de “la veneración de lo particular y el rechazo de lo universal”, como hacen los pensadores de la anti-razón,  explica Zeev Sternehell.  Sin embargo, Don quijote, consigue salir de su sueño personal al final del relato porque los héroes épicos no son solitarios sino solidarios, y la libertad individual debe permitir comprender la importancia de la colectividad y no anularla por la masificación.

Continúa su exposición añadiendo  su propia explicación de los acontecimientos históricos y asegura que es mejor distinguir entre el acontecimiento en sí y el entendimiento y la utilización que de él se hace. Dentro de estos acontecimientos incluye los análisis y críticas de obras literarias, admitiendo la unidad de una escuela de una tendencia según una agrupación de obras, estilos o autores que se dan por supuestos. Así pues, no es de extrañar que mencione la importancia de un libro como arma ideológica, pues los historiadores y críticos son mediadores a través de los cuales, llegamos a los acontecimientos. Es de la mano de estos mismos autores  como llegamos a un momento importante de periodización de la historia de la literatura española, que no es otra que la Generación del 98.

Entramos en el universo de Pedro Laín Entralgo, quien asegura que una generación se activa en el momento en que los jóvenes truecan el “he de hacer” por el de “hemos de hacer”. Se sirve de ello para eliminar el lado biológico de la edad de los componentes para adaptar a esta idea el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, el cual escribe: ”Pertenecemos a la misma generación los que percibimos el sentido trágico de la época  en que vivimos y no sólo aceptamos, sino que recabamos para nosotros la responsabilidad del desenlace. Los octogenarios que se incorporen a esta tarea de responsabilidad y de esfuerzo, pertenecen a nuestra generación”. Así pues, José Antonio establece los límites de una generación de forma ideológica y no cronológica. En los años previos a la guerra civil española, se impuso un concepto de Generación del 98 cuya finalidad no era la de explicar la historia de la literatura española, sino justificar culturalmente un credo político.


En el prólogo del libro de Laín Entralgo “Las generaciones en la historia”, se prepara una manipulación del 98 evidente. Desliga esta generación de nombres que no concuerdan con su pensamiento político y ningunea a la generación intermedia, la que se sitúa detrás de la Segunda República. Ya en 1941, Laín había dado a conocer “Los valores morales del Nacional sindicalismo” y posteriormente,  intenta situar al grupo intelectual y político falangista en una teórica tradición de pensamiento crítico historicista y nacionalista que habría roto la generación de la República. En los años siguientes, el franquismo pretendería recuperar esa tradición.

Ccon anterioridad a Laín, Ernesto Giménez Caballero considera que los nietos del 98 son los “escritores españoles cuajados en la postguerra “ (de la primera guerra mundial) y el 98 es el grito desesperado iniciado en la paz de Münster en 1648; fue creciendo de siglo en siglo y de fracaso en fracaso. Para otros escritores influidos por el fascismo, la decadencia de España responde a una larga cuesta abajo del imperio y la monarquía repleta de caídas y de pérdidas. No nos extraña, pues, que el general Franco pretendiera reemprender el camino del Imperio.


Este pensamiento resulta contradictorio si consideramos que, según Francisco Silvela, en el 98, coincidiendo con el fin de la guerra, el pueblo sintió un alivio que en poco se parecía a la sensación de decadencia,pues  importaba más el retorno que la derrota.Según Paul Aubert, importaba más la satisfacción familiar, el regreso a la agricultura y a la reactivación económica. El final de la guerra aportó alegría y tranquilidad, pues una vez el Estado liberado de los enormes gastos militares, el nivel de vida fue aumentando, pese a la deuda externa. Pero a la crítica nacionalista le resultaba imposible reconocerlo.

Continúan las discusiones sobre el concepto de generación literaria del 98 y Laín acusa a Pedro Salinas de tratar este tema como si fuese un simple problema de historiografía literaria y de fijarse más en los literatos que en los españoles. Laín Entralgo prescinde del sentimiento europeo de decadencia existente entonces y como buen anti-razón que era, evita las obras escritas en aquella época y concede al sentimiento y al ensueño mayor importancia que a la razón. 

La decadencia latina que en Europa se había resuelto en la Primera Guerra Mundial, en España se prolonga mediante el enfrentamiento de las dos Españas, teniendo como elemento separador a la Iglesia católica. Hecho que se opone a la idea de los jóvenes de finales del siglo XIX, quienes veían a la Iglesia como un  lastre para el progreso cultural y social de España. A pesar de ello,  Laín proyecta sobre su concepto de Generación del 98 la unidad de destino de los pueblos que tiene Falange y corrompe el sentido de Castilla convirtiéndola en cabeza del Imperio. Laín no se interesa ni por la literatura ni por la construcción que ésta hace de la realidad, sino por el ensueño del pasado que permitiría a la obra del Movimiento Nacional  dar el sentido católico a las hazañas intelectuales.

El libro de Laín Entralgo es una obra de referencia impuesta en España después de la Segunda Guerra Mundial con el fin de encontrar un linaje cultural español al pensamiento de un Régimen político acusado de pertenecer al movimiento nazi-fascista europeo. Este libro es un buen ejemplo para mostrar cómo un acontecimiento literario constituye una manifestación política y cómo la misión del profesor de literatura es la de hacer entender cuáles son los motivos que llevan a construir un acontecimiento. La función ética del profesor de literatura es la de enseñar a leer, aunque ello implique demostrar los entresijos de la parodia.

Con este texto no he pretendido analizar ni criticar esta última clase magistral de Jorge Urrutia, sino ofrecer un resumen del tema tratado, el cual me pareció interesante por su originalidad y por la forma de mostrar cuál es la función del profesor en el aula.

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