ODIO
¡ ODIO !
Dentro
de una habitación a oscuras, una vecina se pregunta qué es lo que la ha
despertado. Recuerda el rumor de una puerta cerrándose con estrépito. Unos
pasos rápidos y unas risas ruidosas la han sobresaltado; después, despertado.
Poco a
poco fue recuperando el ritmo armonioso de los latidos y la respiración. A
medida que se calmaba, reaparecieron imágenes del pasado. Un barrio en las
afueras. Vecinos con profesiones manuales en la construcción, mantenimiento,
reparaciones. Vidas humildes no siempre tranquilas. Ausencias de padres
ocupados en trabajar. Desplazamientos cotidianos de varias horas en idas y
venidas de fábricas, talleres, almacenes. O de la limpieza de oficinas,
escaleras, aeropuertos, domicilios particulares. Madrugones obsesivos;
trasnochadas depresivas. Regresos con altos en el supermercado, buscando
provisiones para la cena o el desayuno.
Desesperanza
de los progenitores de regreso al hogar. Hogares vacíos, proles desertoras de
la convivencia familiar, de la colaboración filiar, del cariño, la ternura, el agradecimiento a los esfuerzos de unos
padres, obsesionados por el futuro de unos hijos plenos de desesperanza,
convencidos de que el futuro pertenece a otros.
Padres
sugestionados por la idea de la esterilidad de sus crueles sacrificios. Padres
agotados por las largas jornadas de trabajo y desplazamientos; cuerpos
arrastrados por pies incapaces de elevarse del suelo; caminar vacilante de
plantas rozando el asfalto camino de viviendas sociales, de las que salieron al
amanecer.
Barrios
convertidos en guetos de mala reputación, medio aislados por la escasa
frecuencia de transportes públicos; condenados por el fracaso escolar reinante,
el absentismo escolar culminado en constantes visitas a hipermercados, y
centros comerciales, cuyo eslogan de compras fáciles no ayuda al consumo real
de adolescentes, sin un céntimo en el bolsillo.
Grupúsculos
refunfuñones por el rencor, instalados en la convicción de la grandeza
solidaria de amigos idénticos a ellos. Sempiternas tardes pasadas sentados en
los bordillos de sus calles, en los bancos, en los parques, o en estaciones de
servicio. Rencor transformado en odio expresado en el sarcasmo, y la violencia
verbal del que no tiene nada que perder.
Pequeños
traficantes engrandecidos por el poder que les otorga el fruto de su comercio;
entes prepotentes ante sus acciones gradualmente crecientes en importancia
delictiva. Conquista del miedo de sus vecinos, interpretado como respeto;
principalmente de sus mayores,
extenuados en el ejercicio de un trabajo insuficiente, para extirparlos de la
pobreza. Conflictividad permanente con unos padres que no admiten el desvío
social de los hijos; esos hijos que ellos pretendían aupar a cierto nivel
social, usando los escasos recursos de su laboriosidad.
Bandas
de jóvenes, cuyo proyecto de vida, se convierte en sembrar el pavor dentro del
barrio. Deterioro del mobiliario urbano que convierte al lugar en zona medio
fantasma; barrio deprimente para los escasos vecinos que consiguen mantener el
ánimo del triunfo, obtenido por el trabajo o el estudio. Bandas de gallos con
pechos abombados en el elogio de su saber hacer, de la falta de escapatoria, de
la imposibilidad de algún día vivir en zonas burguesas, en las que las vidas
discurren dentro de una real, o aparente calma económica.
Gallos
adolescentes, jóvenes convencidos de que la imposición de sus propias reglas de
convivencia, y las leyes del grupo, son las únicas posibles dentro de su gueto.
Grupos altaneros, cuya soberbia somete a sus semejantes, dentro de nuevos
estatus de subordinación, o incluso de sumisión. No les dejan otra posibilidad
que la obediencia a los dictados de las drogas y las armas. Se consideran
nuevos caudillos, instalados en el poder de la juventud, de la hombría de varones
sin conocimientos; ávidos de triunfo y poder. Nuevos déspotas, sembradores del
miedo sexual; represores de hermanas, amigas y vecinas. Fomentadores del pavor
necesario para la aparición de grupúsculos contrarios; esta vez, defensores de
sus derechos arrebatados por los nuevos déspotas. Vecinos, padres, hermanas
contra la imposición de la ignorancia poseída por el odio y el rencor.
Un día, los vecinos se despiertan
con la desaparición de alguno de estos hostigadores sin compasión, incapaces de
superar los escollos que los encierran lejos del centro histórico, turístico, y
pudiente La extrañeza no durará
demasiado bajo el peso de la cotidianidad de sus vidas. La extrañeza
multiplicará su capacidad hasta el infinito cuando, de nuevo, un día descubran
que el desaparecido regresó, y no para el bien de la comunidad. Los periódicos
o la televisión, les mostrará el incomprensible comportamiento, de uno o varios
sujetos; decididos a morir, con tal de herir gravemente al mismo estamento del que
se estiman separados. Consideran que este estamento los apartó de sus filas;
fracasó en actitudes públicamente fraternales; internamente, injustas diferenciadoras.
Regresan de la mano de otros grupúsculos lejanos, cuya bandera es el odio disfrazado de creencias indiscutibles. Predican con inflexibilidad la universalidad de la única verdad posible. El desaparecido adopta los principios del grupúsculo, los hace suyos y se considera acogido, aceptado como nuevo miembro de la familia. Se convence de que también él debe combatir los principios, que no supo adoptar en convivencia con su propia familia, sus propios vecinos. Se convence de que su decisión es correcta porque ha sido capaz de huir de un gueto esclavizado, por una civilización que no es suya. No le importa sacrificarse si con ello, daña al mismo estamento del que huyó.
Los
vecinos mantendrán enormes ojos desorbitados ante noticias incomprensibles. El
mundo que aceptó a sus padres con la promesa de un respetable medio de vida,
una posibilidad de futuro, se convierte en objetivo de venganzas
incomprensibles. Los vecinos renegarán de estos elementos descarriados,
manifestándose en contra, (muy a pesar del sentimiento parental reclamando el
regreso del hijo descarriado tiempo atrás); agradecerán la acogida de la
sociedad, incluso recluidos en guetos infames y desprotegidos. Rogarán al
regresado que se aleje, que no venga a perturbar su ya difícil existencia. Los
vecinos no se engañan, saben que las represalias caerán sobre ellos mediante la
desconfianza y la hostilidad de otros vecinos. No podrán lavar sus lejanos
orígenes, su físico que se asemeja al de los malhechores.
Los
vecinos rompen lanzas a favor de otros vecinos, que aseguran haber llevado la
civilización al mundo, la democracia y el desarrollo. A pesar de ello, no
comprenderán la razón por la que otros elementos desarrollados, cuestionan la
incomprensión civilizada de lejanos y multitudinarios muertos, cuando cerca de
ellos, las desgraciadas víctimas no son sino un pequeño puñado sin más.
La
televisión bombardea los hogares con masacres insignificantes por su lejanía de
las casas, las mesas, las escuelas u ocios diversos de los vecinos. Utilizan
teléfonos, coches, máquinas varias, convencidos de que el mundo funciona bien, gracias
a la aportación y exportación de ideas, estructuras y prácticas de la sociedad
que los acogió, y en la que se instalaron.. Su propio convencimiento les obliga
a decidir que la pobreza, los abusos y la desigualdad, que campan a sus anchas
en recónditos lugares, muestran la incapacidad de gestión política, económica y
social de sus gobernantes Un día, los vecinos descubrirán en la televisión que,
la comodidad de sus vidas caramente
pagadas, dependen directamente de los abusos cometidos en aquellos lejanos
lugares.
Los
vecinos se preguntan la razón de la presencia del odio en sus vecindarios, en
sus guetos. Se preguntan si su dificultad de acceso al consumo, a la propiedad,
a los títulos universitarios, se relaciona directamente con el odio de sus
hijos, los hijos del gueto. Día a día se cruzan con los pequeños camellos,
traficantes de barrio. Día a día discuten con los más jóvenes que prefieren el
uso de las armas, al uso de la palabra, o del conocimiento. Día a día se
preguntan en qué se confundieron, para que sus hijos carezcan de respeto,
generosidad, y amor hacia el prójimo, hacia los suyos y hacia ellos mismos.
Un día,
en la televisión o los periódicos, verán los delitos de sus hijos. Los verán
perseguidos en cazas despiadadas por haber dado caza ellos mismos, a otros elementos con los que no mantuvieron
ninguna relación personal, ni directa ni indirecta. Los verán ametrallados por
haberse atrevido a arrebatar la vida, a ciertos símbolos de los estamentos. Los
estamentos que exportaron el convencimiento de la existencia de los derechos, y
la igualdad para todos.
La
vecina despertada abruptamente, se dirige a la cocina, y mientras prepara el
desayuno se pregunta, si los acontecimientos pasados que la han sacado de la
cama, son fruto de un sueño o de la
realidad.
Comentarios
Publicar un comentario